jueves, 29 de diciembre de 2011

Sueño caduco

Duermo en las espaldas de la noche,
con sus navajas me arranco la piel
y la guardo, con mimo y cariño,
en charcos de lluvia fina,
de lluvia invisible.
Locura.

Colecciono las hojas que el otoño maltrató
con violencia, con saña, con cólera.
Las protejo bajo mi esqueleto,
amansando a mi espera
sus raíces brotan,
ávidas y bellas,
en mis huesos.

Me siento, como cada día, sobre un banco rodeado de hiedra
escuchando, como cada día, el silbar de los caracoles
que abarcando soles esculpen sobre la piedra
los amores y desamores de la muerte
que inerte yace bajo tierra
sola y abandonada,
con su miseria.

Alejen de mi todos los relojes que ensucian mis pasos
me guio por la posición y la luz de la luna,
que astuta siendo muda no hay ninguna
ninguna mas meretriz siendo sorda
que ignora el cantar de las olas
que llora sin que nadie oiga.

Cada día escribo, con amor, una nota más en mi partitura de silencio
relleno los pentagramas con lágrimas frías del invierno,
no quiero seguir ignorando más que me amas
aunque abras todas las ventanas
andaré erguido sobre mi sueño,
sueño caduco y eterno.
Eterno.

Callado observaba tus ojos color canela sobre aquel amago de amanecer
olerte a hierbas frescas mientras el sol se volvía a esconder
ardor y amor en mi estómago a la misma vez,
tu piel suave como tus besos
que mueren en mi boca,
vuelven a resucitar
con sabor a miel.

En paz y armonía oía como tus dedos se deslizaban sobre ese piano
no pares que hoy no quiero que la sangre salpique mi vida vacía
lloro si la melodía más hermosa la toca aquello que yo amo,
aquello que es dulce y amargo, suave y violento,
amor y odio al mismo tiempo,
que avanza lento
como el latir
de mi pecho.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Cobarde

Cobarde. Cobarde. Cobarde es lo que se susurra al oído cada segundo. Y así se siente. Al borde del precipicio sin poder dejar de mirarlo, de intentar calcular la altura y las heridas que le provocará si el viento le empuja o si decide tirarse. No puede dejar de imaginar que cae lenta, muy lentamente y que va a morir por dentro. Tiene miedo, con todas las letras. Cada noche al dormir, ya no imagina que es feliz. Sueña que se ahoga y que se encharcan sus pulmones. Calcula cuanto tardará en dejar de respirar y piensa cual será la última estrella que verá antes de morir por dentro. Cobarde.


Se pregunta si realmente él merece eso. Se pregunta, entre puñetazo y puñetazo a la pared, si es esto lo que le espera. Si algo cambiará. Si existe o existirá algo que le haga sentir bien. Se pregunta, pero no tiene las respuestas. Se desespera, llora y muere por dentro. Le agobia el tiempo, juega a seguir las agujas del reloj esperando que algo cambie. O quizás, todo lo contrario. Igual busca que todo se quede tal y como está, busca estabilidad. Asumir su tristeza y a partir de ahí, salir a flote y buscar la felicidad.


Siempre tuvo dudas sobre los malos tiempos. ¿Exactamente cuando sabes que han pasado? ¿Cuándo algo pasa en tu vida y te sientes mejor? ¿O cuando te acostumbras a vivir con las malas rachas pasando a ser parte de tu rutina? Cobarde. Cobarde. Cobarde es lo que se susurra al oído cada segundo. Y se odia, se odia por tener miedos que no sabe afrontar.


Siente el fuego. Se paraliza y sus piernas no responden. Se acerca lentamente y él, asustado, no puede ni huir. ¡Ni huir! Se quema y no grita. El corazón hecho cenizas y no grita. Solo se grita a si mismo, cada día, cobarde. Tiene miedo. Mucho. Pero en el fondo sabe que no es ese tipo de dolor el que le asfixia.


Ni siquiera él lo piensa, pero sabe perfectamente que es verdad. Duele caer, ahogarse y quemarse. Claro que duele. Pero hay algo que le martiriza más que todo ese dolor. El miedo de que cuando esté tirado en ese precipicio, cuando se esté quedando sin aire o que cuando el fuego apague sus ganas de vivir nadie lo recoja. Teme acabar solo. Y en este momento, empiezan a caer las lágrimas.


Tiene miedo y es un cobarde. Se ahoga, se quema y cae. Y calla. Solo grita para decirse a si mismo que es un cobarde por no afrontar sus miedos. Y cuando la voz no se lo permite, los ríos de agua que caen de sus ojos le recuerdan, escribiéndoselo en la almohada cada mañana, lo que es. Cobarde. Cobarde. Cobarde es lo que se susurra al oído cada segundo.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Me enervo y me enamoro

Y quisiera algún día, el menos esperado, volver a mi cascarón
pintar cuadros sobre las noches que nunca pasé en Venecia,
poder recordar esos días de aguaceros bajo el paraguas
que no pasé con nadie y que dieron sentido a mi existencia.

Árboles de hojas caducas decoran mi vida de secano
lazos fríos de promesas rotas entre yo y el mundo,
segundos que, por segundos, me hacen sentir humano
al guardar en mis entrañas mil sueños perennes.

Me molesta el avanzar de la luna con sigilo
y el golpear sosegado de las agujas del reloj,
me amansa la noche y el aire fresco de las dos
me relaja el cantar del pájaro desde su nido.

Salgo de mis pensamientos, me asfixio
este habitáculo es muy pequeño para mí.
Salgo de mi telaraña vacía y no existo,
paso a ser huella efímera en el barro.

Y no florecen amores ni placeres frágiles.
No marchitan mis ideas pintadas de sinrazón.
Me entristecen los espacios muy reducidos.
Que alguien me saque, rápido, de este corazón.

Y aquí a mil kilómetros de lo que quiero, me enervo.
Me ciega y me calla el silencio que tú me otorgas.
Y quizás no merezco, amada, poder soñar despierto.
Princesa que se esconde en la cuenca de este cuervo.




Cada día persigo sombras que se disfrazan de luces.

martes, 20 de diciembre de 2011

Un bohemio frustrado

Calla y miente. Así pasa los días. Miente y calla, sin más. Se trata de ese chico indiferente que cuando está quieto nadie mira, nadie observa, no existe. Pero cuando anda se les clavan las miradas, le arden los pensamientos ajenos sobre él. Está intranquilo, tanto despierto como dormido. Le asusta el tiempo, necesita una tregua que si algún día llega, tendrá forma de cuchillo. Se está volviendo loco. Tiene miedos que nadie sabe y todos ignoran. Le pesan las costillas.

Ríe a ratos y llora a suspiros. Se sienta y observa. Calla y ríe por cualquier cosa absurda. Encuentra la felicidad por momentos breves y poco intensos, pero útiles. Siente paz sentado frente a unos árboles, sintiendo el aire fresco y ver pasar gente que en ocasiones lo reconoce y lo saludan. Calla y llora. En cualquier lugar y en cualquier momento, no lo evita. No necesita razones, solamente ganas. Pero disimula muy bien, es un actor de sus propios sentimientos. Se lo prepara, se escuda en excusas del tipo "me ha entrado algo en el ojo, bueno, en los dos" o "tengo los ojos aguosos por el frío". Tiene una sonrisa eterna, pero no falsa. Es sincera y sencilla, pero a su vez es el maquillaje que usa cada día para "actuar en su escenario ante el público". Un minuto para él son 60 oportunidades para reír o para llorar lágrimas calientes.

Muere muy lentamente. Él nunca pide ayuda pero la necesita. Es como aquel hombre triste que puso un letrero en la puerta de su casa: "No llamen, no molesten". Pero en realidad pasaba las horas en su mecedora esperando que alguien tocase. Él calla. Se ahoga. No pide ayuda, pero no por vergüenza. No la pide por no dañar a los demás. Él piensa que sonrisas no merecen ser manchadas por lágrimas. No confía en que nadie le pueda sacar de su espiral de autodestrucción y calla para evitar arrastrarlos a ellos. Necesita ser un solitario. Evita conversaciones, evita ser social y trata mal a quienes quiere para alejarlos de su miseria. Y le duele, y así lentamente muere.

Evita enamorarse (aunque no lo consigue) y no por hacer el ridículo o no sentirse correspondido, ese es el menor de sus problemas. Trata de no querer para no hacer sufrir a quien le quiere. Tiene miedo de dañar a quien ama, a quien llena de alegría sus noches. Calla y muere. Y le duele agonizar por dentro.

Se esconde en noches solitarias, en música tranquila. No quiere dormir, quiere pasar las noches en vela. Quiere soñar despierto, quiere imaginarse la vida de esa manera que quizás nunca disfrutará. Pero llega el sol y le duele. Ya no disfruta las cosas pequeñas, ya no disfruta como antes. Es un bohemio frustrado.

Calla y observa. Sin más.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Sigue sonando la melodía, sigues sonando tú.

Y la música se balanceó sobre nuestros oídos. Renegados de un mundo que no nos interesa y de muertes sentimentales que no merecen entierros. Tocas, dulce como nadie, ese piano frente a la orilla. Tus notas, tu sonrisa y el rugir de las olas forman la melodía perfecta. Melena al viento, viento que se acurruca bajo tu melena. El suave rozar de la arena en mis pies me molesta, me desconcentra. Sigue sonando la melodía, sigues sonando tú. La luna se ha parado, ahora es el faro que alumbra tu bello rostro. Deja que tus dedos sigan deslizándose suavemente para que así los míos puedan deslizarse sobre tu cuello. He decidido que ya no quiero ser los renglones torcidos del poema perfecto. Ahora quiero ver como te conviertes en poesía. Rima a rima y verso a verso. Siguen sonando esas notas que abrigan mi corazón como nunca antes lo había abrigado nadie. Con los ojos cerrados sangra tu alma con cada partitura que hace de mi mundo vacío un lugar entrañable donde cantan los pájaros, crecen los árboles… Un lugar entrañable donde estás tú. Sigue acariciándome la espalda por favor, que aún me duele. Sigue, suavemente, acariciándome la cara que así podré ver tus ojos de más cerca. Ignora esta lluvia que encharca este momento. No quiero besos, solo caricias. No quiero palabras, solo miradas. Quiero que esta paz que me haces sentir, mate el silencio de cada noche. Quiero sentirme a gusto solo mirando el cielo, estando tú cerca de mí. Déjame sentarme a tus pies aunque sea solo una vez más, solo una. Para poder cerrar los ojos contigo y poder imaginarnos ese mundo que jamás existirá.


Sigue sonando la melodía, sigues sonando tú.

lunes, 12 de diciembre de 2011

La bipolaridad de un desconocido

Que no me hagan creer que todo tiene solución y sólo es cuestión de mirar con otros ojos. O sino ¿qué respuesta tiene esta pregunta? Que no, que no es así, que si que hay cosas peores que la muerte ¿Qué cuáles? Mejor no las descubras nunca porque ya sabes… ‘’feliz ignorante’’. Sí, eso sí, no te lo niego. Porque la felicidad es como las estrellas, siempre están ahí sólo que siempre hay algo que deslumbra más que ellas pero ahí están. Son pequeñas porciones que hay que saborear. No, por ahí sí que no paso. ¿Sabes cuál es la diferencia entre alguien feliz y alguien triste? Uno intenta ser lo más feliz posible y el otro lo menos infeliz posible… ¿adivinas cuál es cuál? La verdad puede ser un cobijo o mil puñales clavados en el corazón para la humanidad, depende si los oídos están preparados para escucharla. ¿Por qué nos pisan la vida con guerras? ¿Qué hay de la polución? Mil muertes a cada sonido del reloj y a nadie preocupa. Mil lágrimas caen al son de la lluvia y a nadie preocupa. Dime en serio, sin miedo a herirnos. ¿Somos nosotros el problema que solo mendigamos sonrisas y abrazos? Toda mente ha de ser indestructible. Dentro de cada alma existe un habitáculo donde guardamos nuestros recuerdos. Y el lobo más hambriento deberá custodiarla para que nadie entre. Y lo mejor de todo es que siempre hay espacio para más recuerdos. La felicidad nunca ocupa espacio. Si, llevas razón… hace tiempo perdí la coherencia y el sentido común. ¿A quién le importa?


Vuela, dulce paloma, ahora que el aire es fresco y el sol asoma.
Vuela, dulce paloma, hasta rozar las nubes y sentir su aroma.
Vuela, dulce paloma, sobre el mar y te verás reflejada en una ola.
Vuela, dulce paloma, mañana serán lluvias que te hagan estar sola.
Vuela, dulce paloma, ahora que puedes volar.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Oigo a un niño llorar

Oigo como un niño llora en su cuna, cerca de mí. El silencio en las calles asusta y la sangre en el plato se volvió rutina. Los barrios están llenos de drogas y prostitutas que ya no hacen felices a nadie. El futuro está contra las cuerdas por perros muertos de hambre. Ya nadie pregunta, porque nadie quiere oír las respuestas. Oigo como un niño grita en su cuna, retumban mis oídos. Los borrachos ya no piensan cuando el whiskey calienta sus gargantas. No quedan amaneceres ni anocheceres, algún psicópata los habrá secuestrado. Los pocos remordimientos que nos quedan están guardados en los bastones de ancianos olvidados. Oigo como un niño llora añorando la tranquilidad de su placenta. Árboles cortados por castores ciegos. Los pájaros pían nanas violentas contra el hombre que quemó sus nidos. No quedan conciencias tranquilas después de traficar con el mar y sus seres. No queda paciencia, la naturaleza se cansó. Los versos apuñalaron a sus poetas, los pintores sucumbieron a la locura por falta de inspiración y las personas ya son menos humanas por falta de amor. Oigo como un niño grita sin saber porque nadie le preguntó si quería nacer. Las musas murieron por sobredosis. Los ángeles venden sus cuerpos para los demonios. Este sabor agridulce me hace agonizar bajo la lluvia de nuestros corazones. El reloj hace primaveras que se quedó sin cuerda, nadie es lo suficiente sensato para hacerlo. El invierno se suicidó por sentirse sólo. Esta hoguera de recuerdos y sentimientos no calienta, no abriga estos cuerpos desgastados por no intentar nada. Oigo a un niño llorar en mi mente, oigo a mi alma gritar de dolor por el desconcierto del mundo.


El humano débil llora sin saber porque, el humano fuerte llora por la impotencia de no saber solucionarlo.

viernes, 25 de noviembre de 2011

A navajazos con el amor

¿Por qué el amor no baila en el patio del ciego? ¿Por qué, si tan dulces son sus abrazos, no ayuda al invidente a cruzar la calle de la felicidad dejando atrás el barrio soledad? Adelante, ¿quién da más? Se venden clavos y cuerdas para maniatar a la libertad. No pretendas que no siga haciendo preguntas, si las respuestas que encuentro en los charcos no son de mi agrado. Si con tanta nube oscureciendo mis pasos aprendí que después de un mal trago viene otro mal trago. ¿Por qué el amor no susurra nanas al oído del sordo? ¿Qué le hace vaciar sus pentagramas por las noches? Sembré semillas sobre suelo duro y brotó un muro que no me deja avanzar. No hay más que ríos de hiel y sueños. ¿Por qué el amor no llama a la puerta de los que tardan más en abrir? De los que tiñen de sonrisas y cicatrices su abril. Hambre en el felpudo del pobre, pan en la puerta del necio. ¿Hay alguna razón para que el amor no preste su hombro a quienes calzan sus mesas con piedras? ¿Por qué no presta paraguas a quienes andan descalzos? ¿Por qué no se atreve a mirar a los que sonríen por los ojos? ¿A esos que lloran los días de lluvia? Aviones de papel bombardean nuestras cabañas de cartones. Y no existen razones que justifiquen tantas mentiras. Quiero arrancar los lunes del calendario. ¿Por qué ya no escuchas al mudo? Ya no sientes los latidos de su pecho. No quiero seguir buscando cachos de esperanza en las cáscaras de los limones. Ayer lo escribí en la arena para preguntárselo cada día al sol: ¿Por qué ya nadie talla corazones en los soldados con piernas de madera?


No quiero seguir limpiando pistolas con pétalos de rosas.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Donde el donde sea lo de menos.

He guardado mi testamento en las hojas de un olivo, y todo lo que escribo está escondido entre mis huesos. Estoy cansado de vivir en este descampado donde me abandonaron las estrellas, donde la lluvia golpea con violencia mis pensamientos. Quiero irme a un lugar donde poder pintar poesías en las paredes con la sangre que salga de mis ojos. No quiero un perdón ni una queja más, no quiero llevar más espinas en los zapatos. Me duele el alma de luchar y las heridas escuecen de tanto llorar. Estoy harto de esas lágrimas que arden, creando caminos de fuego por mis mejillas. Este poeta se seca por dentro, se va lejos donde no le moleste el viento ni le ahogue el tiempo. No quiero mas coronas de clavos ni caminos empedrados. ¿Porque he de cargar en la espalda con la cruz de Jesucristo? Si yo no creo en él y él no sabe que yo existo. No quiero derribar más muros con buenas intenciones ni mancharme las manos huyendo de la soledad. No quiero rasgar mas mi voz de tanto gritar buscando el amor, ni creer que me enamoro del canto de falsas sirenas. Este poeta se marcha lo mas lejos, donde la tristeza no le torture. Donde la mala suerte no le roce con sus sucios dedos. Busco un lugar donde las calles no me atraquen, un lugar donde poder escuchar a los pájaros sin que molesten los latidos de mi corazón. No me voy de vacío. Guardé tus besos en mis venas, puedes rajarme si te quedas tranquila. Este poeta se larga en busca de paz, un lugar donde poder dormir siendo yo. Un lugar donde el agua de los ríos limpie mi mente. Este poeta de tanto esnifar la realidad se va, buscando un mundo paralelo. Allí donde el donde sea lo de menos.

No sé quién es el hombre del espejo, pero me gusta su sonrisa.

sábado, 12 de noviembre de 2011

La revolución del amor

Rasgando en las heridas, a veces, se encuentran flores hermosas que palian el dolor de quienes lloran. Pobres y perdidos dejan caer sus lágrimas en charcos de agua y miel. Y a bocados nos arrancamos la piel para buscar un rinconcito de paz entre nuestros huesos. No existen caricias ni besos que hagan de la sangre versos que poder leer los lunes fríos de noviembre. No existe ni un débil ni un fuerte, solo hombres que tuercen sus caminos para dormir en nidos de búhos. Abrigados y en silencio, tranquilos viendo el viento de invierno pasar de largo. Entre la roña de las uñas buscamos nuestra revolución, el amor asustado bajo el colchón. Buscamos una sonrisa entre la basura de nuestro corazón.

Me he pintado la primavera en la espalda pa ir siempre por delante de ella.

sábado, 15 de octubre de 2011

Nana violenta

Por la ventana entra la voz de una nana violenta
rellena con solfeos cada hueco de esta habitación
pa ver que el crecer de la mala hierba no tiene eco.

Sus notas en los pentagramas son como soldados en sus trincheras
afilando sus armas de cacería, pacientes largas sus noches en vela
trágicos despertares de dolor si sangran sus heridas al caer el día.

Cada noche de luna llena, borracho tiro versos de mierda a las alcantarillas
apago colillas en mis manos mientras espero encontrar estrellas en los robles
antes de que los gusanos se columpien sobre las costillas de los pobres.

Arrímate a esta nana hostil que golpea y golpea
que flote la tinta negra sobre la marea,
que su cantar pintará corazones en las paredes.

La libertad está encerrada en una jaula oxidada y rota
con sus dedos cambia algodón por roca, sangre por canciones
obliga a las palomas a llevar punzones de acero en la boca.

Las cuerdas de esa guitarra degollan sentimientos
torturan corazones enamorados de falsas verdades
que fingen rescatar vidas del fondo de los mares.

martes, 11 de octubre de 2011

Mi madriguera sucia

Acurrucadito entre los placeres de tus pechos
desenvaino subido a lomos de este maltrecho caballo
voy inconsciente a la guerra de porcelana que hay en tu corazón
para que sin argumento me quites la razón una vez más
si como balas de plomo tiraste mi casa en un momento.

Llorabas hundida en mi regazo de piel y arena
mientras la flor podrida de mi jardín se volvía a marchitar
pa regar el alquitrán de la negra carretera
y que sin espera no puedan derriba nuestro búnker de amor.

Arraigado y aturdido me agarro a tu rojizo cabello
que bello sobre mis ojos hace hasta a la muerte ser tierna
me sobra fuerza para abrir a cabezazos tu entrepierna
y que esta noche la luna no se vaya sin oírme gritar.

Las ratas hoy se visten de gala para acompañarme de resaca
mi pepito grillo es un mal camello del lugar
mi ángel de la guarda es un proxeneta de putas baratas
de esas que nunca hablan antes de follar.

Eres princesa de rotos vestidos, con un mal maquillaje
chica de largos viajes, de príncipes pobres y salidos.
Eres princesa de pocos festines, con un castillo de cartones
con amaneceres guardados en los cajones, con recuerdos bajo los calcetines.

En esta madriguera sucia no entra cualquiera
aquí mandan los caracoles, descansando bajo los olivos
las esquinas son de las arañas, que en invierno tejen sus abrigos.
Pasa por la puerta trasera que tú eres bien recibida
por los cantos de los grillos, que pillos duermen bajo tu falda
para que la luz del alba no les pueda molestar.

jueves, 15 de septiembre de 2011

La herida del mendigo

El ritmo de mi mundo sigue al de mi corazón
aquí las calles no están habitadas por nadie,
cada día es una lucha a muerte contra la razón
acertar en una elección por tantas otras que falle.

He hecho de esto un mundo de miedo y locura
dentro de esta sensación no habrá quien me pare,
por cada segundo que pase surge una nueva duda
que hará de esta vida vacía mi último baile.

Hoy las palabras de amor ya no me salen de dentro
aisladas por las vías que alimentan mi sufrimiento,
hoy, quiero disparar lágrimas sobre tu regazo
hoy, quiero sentir la piel del más amargo abrazo.

Sólo con mi soledad anclo este barco en tierra
solo soy un mendigo más al que nadie comprende.
Sólo con mi soledad ahogo mis penas en esta acera
solo soy un mendigo más que ya nada entiende.

Hace tiempo que la felicidad está perdida
andará en cualquier esquina en silencio.
Hace tiempo que la felicidad me esquiva
andará buscando a cualquiera que la ame.

Caminaba por aquellos jardines del desconcierto
sin saber que mi alma divagaba congelada y herida.
Mi ángel de la guarda se alejaba por momentos
ignorante yo sin saber que esa era su despedida.

sábado, 27 de agosto de 2011

¿Qué es poesía?

Tras mucho tiempo escribiendo (más mal que bien, todo hay que decirlo) he encontrado el significado al concepto de poesía. Toda la vida pensando que eran palabras que rimaban muchas veces sin sentido ni lógica alguna. Ahora ya sé que no es así. Puedo decir que poesía es un momento, una sonrisa, una noche… He escrito muchas cosas, desde comedia hasta drama (desde mi punto de vista, claro). La poesía tiene esa magia, que te hace leerla y transportarte a otro mundo, a encontrar sentimientos, a que brille un recuerdo. Poesía es una voz, una mirada, unos labios… Ahora puedo decir que las palabras enturbian la poesía. La “afean”. Pero por desgracia son ellas las que nos hacen transmitir la poesía, un poema. Las palabras son el barco que nos hace navegar por la poesía, tocar sus aguas bajo la luz de la luna. Llorar, reír, pensar, perder y volver a perder… eso es poesía.

Como escritor (aunque siempre me gustó que me llamasen poeta) me siento agradecido por saber valorar esto que algunos llaman pérdida de tiempo, otros lo llamamos la huella que nos recuerda el camino seguido. Un beso bajo la lluvia, una lágrima en la arena, un susto de muerte: eso es poesía, poesía de la de verdad. Quizás sea cierto que no todos podemos ni sabemos plasmarlo en un papel, pero no se trata de eso. Se trata de vivir la poesía, de sentirla en la piel. Hay poesía en la botella de Whiskey del borracho o en la esquina de la más vieja prostituta del lugar.

¿Qué es poesía? --dices mientras clavas

en mi pupila tu pupila azul.

¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?

Poesía... eres tú.

Reconozco que cuando leí por primera vez el fragmento anterior de Bécquer pensé: ¿Opio? ¿Cannabis? ¿O ambas dos? Y tras descartarlas, con el tiempo solo puedo ver la sabiduría en esas palabras. El don de esta gente no es escribir poesía, es saber transmitirla. Tú tienes poesía y lo sabes.

Poesía es vivir. Siente la poesía para aprender a vivir.

Y si me ganase la muerte no dejes de mirarme
mas si esta fuese mi última noche ver tus ojos pediría,
pues en este hermoso paisaje la luna pone la música
pero no soy yo, amada mía, sino tú la que pones la poesía.

martes, 9 de agosto de 2011

No soy nadie importante ni jamás quiero serlo

Volar todo lo que pueda hasta tocar el cielo
abrazar a las estrellas cada noche de invierno,
escuchar la palabra del mendigo en su garganta
cuando el calor del whiskey es su única manta.

Sembrar flores de cristal en un jardín de barro
arroparlas para que les de la luz de la mañana,
para acabar recogiendo árboles de porcelana
que sirvan de ancla en mi oxidado barco.

La locura es el más viejo y sabio de los piratas
que te da como arma un escudo de papel mojado,
tratas de entender porque al final tú te matas
mientras desatas triste lo que tanto has amado.

En esta prisión de rosas combato contra mi némesis
pero su corazón húmedo se fortalece y me atraviesa,
desarmar eso que llaman la tesis de la felicidad
que voy a morir es algo que sé y no me interesa.

Este guerrero ha mejorado de tanto morder el polvo
aprendí a respirar mientras miro a los ojos del pánico,
a oscuras desde mi ático conseguí poder verlo todo
y desde el suelo mis heridas cicatrizaron más rápido.

No soy nadie importante ni jamás quiero serlo
porque me basta aprender de todo lo sencillo,
prefiero ser un triste loco que un rico enfermo
prefiero ser un vagabundo que un vulgar asesino.

martes, 26 de julio de 2011

Tan cerca de lo lejano

Y en el último momento me aferro a una rota cuerda
mas entre la oscuridad juntos caímos al vacío,
mientras abría las ventanas se me cerraba cada puerta
a la vez que ella fuera no sabe ni que he existido.

Cada estrella me ciega y recuerda a ella
el viento me golpea a la par que hiela,
ojala pudiera volar hasta la fría luna
para mirarla a los ojos hasta que duela.

Aturdido en tus brazos siempre me perdía
si la noche me protegía de tus rechazos,
las piedras hoy me hacen la mejor compañía
que no me diste tú en tantos largos años.

Te asustan mis cicatrices de cobarde
por no haberte dicho lo que he callado,
si ahora arrepentido mi corazón arde
me escudo en mi coraza de papel mojado.

Lejos, tan lejos de la dulce libertad
que con violencia ayer me arrebataste,
ahora borracho vago por mundos de locura
donde la felicidad me sonríe esta vez.

viernes, 8 de julio de 2011

El fondo de mi vida (Parte 3/3)

Borrosa era mi visión tras escuchar un leve canturreo que poco a poco se elevaba y que finalmente conseguí distinguir. Era el despertador sonando al más puro Heavy Metal con Saratoga y una de sus baladas que hacen que un simple despertar se convierta en una preciosa mañana. Al menos normalmente era así. Aquel día puse el despertador un poco antes de lo habitual, a las 6 de la mañana. Cuando aún la luna disfruta de sus horas en esta parte de la tierra. Aún en su apogeo y en un pleno estado de forma que me hacía llorar nada más mirarla.

Me vestí de manera sencilla, pantalón corto y una camiseta de Dream Theater que me encantaba, sobre todo por la noche. Bajé hacia la cocina y me preparé un café. Pensé que la vida era ya bastante amarga y puse tres cucharadas de azúcar a aquel amargo vaso, que por otro lado odio el café, pero me espabilaría en cuestión de minutos. Cogí el móvil y las chanclas, y eché a andar hacia la playa. Una agradable brisa golpeaba mi cara con suavidad y mecía mi melena como si fuese una bandera pirata. Aún de noche, llegué a la playa y me senté en la orilla, lo más alejado posible del paseo marítimo donde la gente solía correr sobre esa hora. Observando la luna y el rompeolas que golpeaba inocentemente mis pies provocando una bonita sensación y refrescando, indirectamente, gran parte de mi cuerpo.

Con incertidumbre recordaba lo que días antes me había pasado en esa misma orilla por dos veces. De cuyas heridas y resfriado me había recuperado en pocos días. Pero aquellos acontecimientos nunca se iban a perder, y menos aquel clavel que guardaba bajo la cama y un hueco de mi oxidado corazón. Escuché algo detrás de mí pero no me pareció nada preocupante así que seguí mirando el mar. Apareciste de la nada y te sentaste a mi lado. Eras tú, aquel ángel perfecto… no me cabía ninguna duda, eras tú. El silencio durante aquellos cinco segundos me pareció eterno, hasta me parecía que había dado tiempo para empezar y para terminar una de esas absurdas guerras que solo consiguen destrozar vidas y familias. Ambos, mirando al mar. Sin girarte dijiste “que bonita está la luna”. Yo, sin pensármelo ni un segundo, dije “no más que tú”. Rió. No hubo palabras, no hacían falta.

El ruido del mar y la presencia de la luna eran nuestro medio de comunicación. Aquellas miradas hablaban por si solas. Sin más te metiste en el agua lentamente y me hiciste un gesto con la cabeza para que te acompañase en aquella travesía. Inocentemente me metí sin dudarlo. Empezaste a nadar hacia dentro y yo te seguí. Un nado extenso y placentero, nunca había probado eso de nadar a las seis y media de la mañana. Metiendo la cabeza cada brazada con la mano izquierda y a la vez observándote como nadabas. Parecías una sirena, el ángel que días anteriores era la persona mas hermosa de la tierra ahora estaba nadando. Y como no, su voz era igual que el del canto de una sirena o incluso mejor.

Juntos nadando bajo la luz de la luna que pronto se iba a marchar y que lo sustituiría el sol. Llegamos hasta la boya y de forma paralela y simultánea los dos miramos los últimos coletazos de la dueña y señora de la noche. Volvimos hacia la orilla. Mientras nadábamos, con la cabeza debajo del agua, poco a poco veía unas pinceladas de amarillo cada vez que cerraba los ojos. Me paré en seco, miré hacía arriba y el sol me cegó momentáneamente. Cuando conseguí recuperar la visión mire hacia todos lados y no estabas. Ni en la orilla ni nadando. Pensé que podrías estar buceando durante unos ligeros segundos así que esperé. Pero al cabo de poco me di cuenta de que te habías ido. Ni siquiera encontré el agua de tus chanclas marcadas en la arena. Yo aún en medio del mar me puse nervioso.

Sin explicación me hundía poco a poco y me quedaba sin aire, llegué hasta el arenoso fondo del mar. Miraba el alrededor cuando se empezó a oír algo de fondo. Me sonaba, lo había escuchado otras muchas veces. Me ahogaba y no podía hacer nada. Sin aire, simplemente cerré los ojos y… ¡Joder! Estaba en mi cama sudando, y aquel sonido que escuchaba en el fondo del mar era el despertador sonando una mañana mas (aquella por segunda vez) al mas puro estilo Heavy Metal. Sudando y tembloroso rápidamente me bajé de la cama y miré debajo de esta, comprobando desesperadamente que aún seguía allí el clavel. Estaba tan nervioso y tan sudado que casi caigo al suelo tras resbalarme con el sudor. Efectivamente, estaba allí. Luego miré rápidamente la ventana observando como todavía seguía en pie la luna. Aún seguía sonando la balada del despertador, la apagué e hice el mismo proceso que en aquel sueño. ¿O no fue un sueño?

miércoles, 22 de junio de 2011

El recuerdo (Parte 2/3)

La noche estaba muy oscura .Por aquel bosque donde cada paso que daba era como cincuenta hacia atrás. No sabía donde pisar ni donde poder apoyar los brazos para evitar hundirme en aquellos lagos de barro. En aquella atmósfera sentía que la presión machacaba mi cabeza sin compasión, y donde el aullido de los lobos retumbaba en mis oídos como si me encontrase en un campanario. Con los pies magullados (iba descalzo, perdí los zapatos al huir de unos ruidos que procedían de un poco mas allá de unos arbustos) y bastante sucios, andaba mirando hacia delante y hacia los lados casi como si de ello dependiese mi vida.

Llegué a una cuesta ligeramente inclinada de donde se observaba perfectamente la luna, me senté con las piernas cruzadas y posando las manos sobre las rodillas. Sentía que era el único en el planeta que en ese momento estaba viendo la hermosura de aquel globo flotante. Sentía que era mía. Con su luz me alumbraba el rostro y cuerpo entero, así como parte de aquel paisaje pasto del olvido. El ruido del silencio que abundaba por aquella pendiente era incómodo y me hacía creer que en cualquier instante (el menos esperado) saldría una bestia de aquellos árboles y yo sería su cena. Pero nunca fue así, el único indicio de bestias eran los aullidos de aquellos lobos. De repente me di cuenta de que tenía la pierna izquierda dormida y en un acto reflejo me levanté para estirarla y aliviar aquel angustioso cosquilleo.

No todo salió como quería, al apoyar el pie este se inclinó hacia delante sin avisarme (fruto de que sus músculos estaban nulos) y mi cuerpo entero le acompañó inmediatamente. Aquella pendiente era mas larga de lo que desde arriba parecía. Pero lo que menos me importaba era lo lejos que estaba el suelo, me preocupaba mas la cantidad de rocas y árboles que había en aquella cuesta. Lo único que podía ver eran mis pies rodando, pero lo que me hizo sentir la magnitud de aquella caída fueron los múltiples golpes que mi cuerpo recibía. Vi que se acercaba el final y cerré los ojos con todas mis fuerzas e intenté encoger las piernas para evitar el mayor daño posible. Llegué al final y todo se volvió negro… Abrí los ojos y apenas distinguía nada, ¿era aquello el cielo? Poco a poco fui distinguiendo cosas. Me levanté y al darme cuenta de que no me dolía nada miré mis piernas, mis brazos, mi pecho… No tenía ningún rasguño, lo mas rojo que había eran los nudillos del frío. Hasta tenía la ropa limpia.

Observé mi alrededor y distinguí una figura a lo lejos, al ver que era la única me acerqué hacia él o ella. Desde un poco alejado le oía llorar y andar por la orilla del mar. Me acerqué para verle la cara y… era yo. Estaba en una especie de visión en la que involuntariamente me metí. Estaba en la misma playa y en el mismo mar. Llevaba la misma camiseta y el mismo pantalón. E incluso tenía las zapatillas mojadas. Recordaba cada movimiento con detalle. Reconocí las piedras que cogía del suelo (una verde cristal y redonda, era preciosa) y que a continuación, las tiraba al mar. Seguido de aquel ataque de cólera en forma de piedras hacia el agua, me veía a mi mismo meterme.

Me di cuenta de que seguía llorando. Había llegado hasta el cuello mientras yo le observaba desde la orilla, con la duda permanente de que pintaba yo allí (por segunda vez y por partida doble). Se zambulló. Lo único que veía era su silueta bajo la superficie y las burbujas que días antes yo mismo veía de debajo del agua, ahora las estaba viendo desde fuera. De repente algo cegaba mis ojos y desde la arena observé a los lejos de la playa algo blanco y una silueta que se acercaba hacia mí. Cuando conseguí diferenciar si era hombre o mujer, me di cuenta de que era un ángel. Pero, ¿los ángeles existen? Iba vestida de blanco y no se le veía ningunas alas ni tampoco el aro ese habitual en los dibujos animados que aparece sobre la cabeza de los ángeles. Cada vez que se acercaba (lentamente) distinguía una característica nueva en ella. Tenía un cabello que le llegaba a la altura de las axilas de un moreno espectacular. Sus ojos eran preciosos y su boca parecía hecha por un dibujante que podía borrarse y volverse a hacer hasta que quedase perfecta.

Tenía una flor en la mano derecha, parecía un clavel. Eran pocos los metros que le separaban de mí, cuando de repente me acordé y casi como un acto reflejo miré al mar y vi que volvía a respirar profundamente y sumergirme de nuevo. Seguí observando a aquel ángel y cuando se acercó me di cuenta (y casi llorando) de que no era un ángel normal. Eras tú. Me miraste a los ojos y sin decir nada te agachaste y pusiste aquel clavel tan hermoso sobre mis pies. Cada segundo que pasaba eras más preciosa que el segundo anterior. Te diste la vuelta y dabas pasos lentos pero grandes de manera que al cabo de unos pocos minutos desapareciste. Sentí ruidos y era yo mismo que estaba saliendo del agua.

Cogí el clavel que aquel ángel me había dejado y me acerque al yo que estaba tirado en la arena tirititando y con los ojos muy rojos. Me agaché y le metí el clavel en un bolsillo mojado del vaquero. Se levantó y muy cansado, caminó poco a poco y se sentó en la orilla. De repente todo se volvió oscuro. Abrí los ojos y estaba en el fondo de aquella pendiente junto a un árbol muy alto y unas raíces bastante gruesas. Estaba magullado, me sangraba el labio inferior y tenía toda la ropa destrozada con signos de golpes en todo el cuerpo. Recordé aquel ángel y me levanté del suelo. Era muy doloroso, sentía todos los huesos del cuerpo rotos. Con dificultad me acerqué a aquel árbol y me apoyé con la mano izquierda. Mientras, con la derecha metí la mano en el bolsillo y saqué algo. Era el clavel. Se me quitaron todos los dolores, y la sangre y la ropa destrozada eran algo secundario. ¿Era aquello real? A mi eso me daba igual, aquel ángel eras tú y aquel clavel tu recuerdo. Un recuerdo que nadie me podría quitar.