lunes, 30 de mayo de 2011

Última balada

Como si de una obra de teatro se tratase, el pianista con la elegancia del amanecer toca la última balada del concierto mientras el aire se vicia de lágrimas y súplicas.

Desliza sus dedos sobre las teclas formando la melodía perfecta... la última. Como el asesino maneja con maestría el cuchillo clavándolo en el cuello del otro asesino.

La luna como único testigo presencia la batalla como si de la última se tratase. Los hermanos de sangre saborean la punta de su cuchillo listo para el último golpe.

El pianista sigue con dulzura y armonía tocando su última balada deslizando sus viejos dedos sobre las teclas manchadas de sangre.

Como el final de obra perfecto... el pianista aún sigue tocando.

jueves, 26 de mayo de 2011

Es la belleza del error lo que nos mantiene vivos

No, por favor, no lo hagas. No dejes de tocar ese piano, es lo más parecido a tocar el octavo cielo. Si lo hicieses todo dejaría de tener sentido, dejaría de valer la pena.

El mayor obstáculo del ser humano es no encontrarse a sí mismo, andar perdido en un callejón sin luz ni salidas. Con fortuna encontré mis musas en aquellos vulgares sitios ausentes de sonrisas, sin estados mentales que transmitiesen ni siquiera, una sonrisa.

La musa era una fémina de pelirrojos cabellos y dulces labios, parecidos al sabor del placer. Ojos cuya luz es la envidia de cualquiera de las nueve lunas. Su nariz, perfectamente dibujada sobre el rostro, era aire lo que respiraba pero lo que expiraba no eran mas que ganas de darme vida. Sus orejas solo permitían cantos melódicos. Y su voz era una jamás oída que transmitía la tranquilidad de la mar serena y la firmeza del silencio. No necesitaba más para ser perfecta, y yo no necesitaba más para sentir la alegría y belleza hasta en el rincón mas vacío de mi corazón.

No quiero que eso se acabe, así que por favor no lo haga... no dejo de tocar ese piano, señora noche. Nunca lo hagas, nunca dejes de sonreír.

martes, 17 de mayo de 2011

Conversando con la muerte

Tranquilo, como un viernes cualquiera, andaba sobre la fina arena de la orilla de aquel mar. El agua fría, tan dulce y silenciosa. Intentaba ordenar mis ideas a cada paso que daba, pero todas acababan muertas en el rompeolas. Solo, como un viernes cualquiera, deambulaba bajo aquella enorme luna. Un triste loco, sólo era eso. Más no me importaba serlo, solo los infelices niegan con rotundidad no sentirse locos. Que más da. Decidí sentarme dejando que el agua mojase mis pies y se deslizase entre mis cansados dedos. Cerré los ojos, escuchando el mar, sintiendo la luz de luna en mi cara… dulce placer.

Alguien me llama por mi nombre. Sorprendido abro los ojos. ¿Y el mar? ¿La luna? ¿La arena? ¿Quién me había quitado tan preciados placeres? Observé mí alrededor. Era una habitación solitaria, vacía. Estaba sentado en una silla, muy cómoda. No había muebles ni siquiera una puerta. Sólo una pequeña ventana daba permiso a la luz para entrar e iluminar aquel habitáculo. No estaba solo, otra figura allí hacía que su sombra tocase con la punta de los dedos la mía. No daba crédito. Envalentonado, decidí entablar una conversación.

- ¿Hola? ¿Qué hago aquí? ¿Quién eres?

- Tranquilo, estamos en tu mente. Y soy la muerte, pero no te asustes, no ha llegado tu momento – contestó con la naturalidad con la que el viento golpea nuestro pecho.

- ¿Qué? Pero si eres… -atrancaba se en mi boca la palabra- normal. ¿Y tú famosa guadaña? ¿Tu traje negro? No puede ser, tienes cara y cuerpo, eres tan normal.

- No soy una persona, lo que ves solo es la representación que tú tienes sobre mi. No hay guadaña, ni capuchas, ni sangre en mis manos. No hay nada que no quieras ver – decía mientras con sus dedos golpeaba suavemente la silla creando un ritmo lento y apetecible.

- ¿Vienes del infierno? – pregunté mientras seguía el ritmo de sus dedos.

- No existe. No existe el cielo y no existe el infierno. Esos lugares solo son el invento de la imaginación. Algo que creéis que existe para pensar que una vez muertos, cada uno recibe su merecido. Absurdo y falso al mismo tiempo. El único mundo que existe es donde vivís y constantemente intentáis crear otros mundos olvidando que ya tenéis uno, el único.

- ¿Y Dios? Dime que tampoco existe, hazme sentir más idiota aún – cargué de rabia aquellas palabras.

- ¿Dios? Tratáis al Dios equivocado. Creéis en él como la persona que lo controla todo. El creador de todo lo creado y el dueño del futuro. Amo y dueño de los milagros –se paró, rió, respiró y mirando a la luz de la ventana continuó- pero no de las desgracias. Dios no es una persona, solo es esa pequeña parte de nosotros que cree que todo puede funcionar. Dios es lo que vosotros llamáis esperanza. – hablaba con tal claridad que necesitaba pensar sus palabras para entenderlas -. Lo más cercano al concepto de Dios es la naturaleza. Sabia siempre ella, bendita madre tierra. Cada bosque que se quema hace derramar lágrimas a la naturaleza. ¿Apocalipsis? El fin del mundo lo estáis provocando vosotros sin respetar la naturaleza. No disfrutáis los océanos sin matar sus vidas, no observáis los bosques sin talar sus árboles, no miráis las estrellas sin destrozarlas.

- ¿Quieres decir que tenemos miedo a la agonía del mundo? – pregunté, asustado por las riendas de la conversación.

- Quiero decir que lo matáis mientras rezáis por su alma. Taláis su corazón mientras lloráis pidiendo perdón. Los ángeles inventaron la agonía, el miedo a ella fue obra de los demonios – dijo al tiempo que la ventana se hacía un poco más grande.

- No… no lo entiendo – comenté balbuceando.

- Tratar de entenderlo significa perder tiempo que podrías aprovechar en disfrutarlo. Aceptarlo y luego entenderlo es la fórmula del fracaso, y en pequeños casos, del más dulce éxito. – verdad que se me talló en el corazón según la iba diciéndola.

Amargas verdades decía aquello. Sacó de las mentiras en las que vivimos todo su jugo, vaciándolas cual riachuelo vacía sus aguas en el mar. Tenía razón aquel que dijo que no hagamos preguntas si sus respuestas podían no agradarnos. Mal todo. Mientras aceleraba el ritmo de sus dedos la luz de la ventana ganaba fuerza, alumbrando aquel lugar.

- ¿Tan mal te parezco? – preguntó mirando mis ojos

- No eres bebida de buen trago.

- A veces el veneno te hace reaccionar y las heridas son las que te hacen levantar. Además, algunos me eligen a mí antes que la vida – lanzó aquello con tanta fuerza que traspasaría mil jabalíes.

- ¿Suicidio? ¿Eutanasia? Algunos lo tratan de cobardía, otros evitan tratarlo – valientemente solté aquellas palabras.

- Intento decirte que no soy lo peor. Solo soy lo único que no tiene remedio, no tengo vuelta atrás. Sólo soy la manzana podrida que tarde o temprano todos probaréis. Pero no soy lo que mas duele, hay cosas peores que suelen tener solución.

- Quizá sepa a lo que te refieres, pero eso es algo que no podremos evitar.

- Solo vosotros podéis… - dejó de hablar.

Aquella luz se volvió enorme, cegándome por completo. Aturdido, abrí los ojos. Estaba de nuevo en la orilla del mar. ¿Dónde había estado? ¿Qué quiso decirme? ¿A que vino todo eso? Mientras andaba por aquellas arenas, pensaba en todo lo que oí intentando darle un sentido.

lunes, 9 de mayo de 2011

Amarga sonrisa

Acostumbrado a hacerlo todo tarde
y a perder antes de ir a la guerra,
feliz viendo la puerta que se abre
triste viendo la puerta que se cierra.

Apenas duermo los domingos de Octubre
y escribo poemas a las tres de la mañana,
viendo cómo mi corazón roto se pudre
como el viento se estrella en mi ventana.

Mi corazón está turbio y no puedo ver el final,
y entre tanta turbulencia, me ahogo sin gritar
la corriente me aleja de la cruda verdad,
y las heridas más hondas no dejan de sangrar.

Las lágrimas arañan como un lobo
y he hecho añicos mi poca vida,
tantas veces estuve tan solo
y vi la verdad en forma de mentira.

Al volcán poco le queda para explotar,
y quisiera poder volar como las aves,
aún nos queda mucho para poder olvidar
esas pesadillas que parecen tan reales.

jueves, 5 de mayo de 2011

¿Por qué he de temerle al miedo?

Todo pasa rápido sin dejarnos sentir el amanecer
tan traidor y cruel como el último día de invierno
tan suave como el veneno que nos hizo desaparecer
tan frío como el primer día de vida en el infierno.

Fue tan duro descubrir cual era la opción incorrecta
esa sensación de una serpiente clavando sus colmillos
saber que la primera curva empieza en la última recta
lloré, por ver como los cachorros lloran perdidos.

Ya se sabe que se teme a todo lo desconocido
pero si ya se lo que es el miedo en mi piel,
¿por qué he de temerle si ya lo he sentido?
¿por qué si la he vivido hasta enloquecer?

He de pensar que todos mis actos son en vano
mas mi vida habita en el patio de la locura,
¿por qué he de llorar si me tiendes tu mano?
¿por qué he de pensar que no hay salida alguna?

Nunca quise saber que hay más allá del silencio
si sus cauces desembocan al río más ahogado,
si sus aguas turbias mojaron mis dulces sueños
¿por qué he de creer que todo ya se ha acabado?

domingo, 1 de mayo de 2011

Carta para Pandora

[Lo mejor que he escrito en mi puta vida y en esta vida tan puta. Dedicado a los amigos. Cuando lo escribí me venían a la mente sus caras y sus sonrisas. Porque nunca es mal momento para dedicarle unas palabras a los seres queridos. Ale, a ser felices!]

Hola Pandora. Hoy me siento extraño y por eso te hablo, tú que contienes todo lo malo en tu interior. He vivido mucho para darme cuenta de una cosa. He aprendido a valorarlo todo y he puesto mis prioridades sobre la mesa. Ahora sí, se que las personas que me quieren lo son todo para mi: familiares, amigos… Es verdad eso de que cuanto más pierdes, más valoras lo que tienes.

Una vez sabido que ellos lo son todo para mí, pido que se les protejas. Todo lo que les quieras mandar, házmelo sufrir a mi. No importa el que, el cuando ni el cómo. No me importa no poder levantarme, porque prefiero tener quien me ayude que hacerlo por mi mismo sin compartirlo con nadie. No me importa. Ellos lo son todo. Todo lo son ellos para mí.

Al nacer me mandaste pena sobre mi suelo y me has complicado el camino que sigo bajo el cielo. ¿A quién le importa? Ellos lo son todo. No me importa que me dispares por fuera, porque se como se muere por dentro.

Arráncame las alas sin piedad pero a ellos dales sonrisas… dales felicidad. Hunde mi barco, ahógame con el viento. Nubla mi vida y aclara sus sueños. Dales todo mi tiempo, quítales su silencio, dámelo a mí… que yo lo entiendo. Dales el éxito y la alegría del momento, a mi dame los fracasos y el morir en el intento.

Así es Pandora, en tu caja escondes lo peor, yo en esta carta guardo mis sentimientos hacia ellos. Más no acaba aquí la súplica, he tallado a base de martillo y cincel en mi corazón esto, para que no lo olvides nunca… Para que no lo olvide yo, y sobre todo, para que no lo olviden ellos.

Dame lágrimas mientras a ellos les des sonrisas.
Dame sangre, mientras les des cicatrices.
Dame oscuridad, mientras les des luz.
Dales compañía y dame sus soledades.
Dales tiempo y dame sus prisas.
Dales sol y dame sus lluvias.

Dame negro y a ellos blanco.
Dame dolor y a ellos alivio.
Dame desastre y a ellos esperanza.
Dales un mañana y a mi sus malos días.
Dales los frutos, que yo me quedo con la espera.
Dales ilusión, que yo me quedo con sus miedos.

Dame sus pesadillas, regálale mis sueños.
Y no me importaría llegar al peor puerto,
Pero aún así lo prefiero, más así te pido
Dame muerte y a ellos, dales vida.

No me importa. Ellos lo son todo. Todo lo son ellos para mí.