viernes, 23 de noviembre de 2012

Tierras




El fango del suelo donde se reflejan sus costillas,
la partitura del silencio de sus noches,
sus casas son el cuadrilátero para las moscas,
tierras dónde sólo la muerte llena su estómago,
manantiales negros sobre los ojos de madres
que lloran con sus hijos en brazos desnutridos.

El hambre juega a perseguir las sombras
de pies que ni siquiera dejan huellas al andar,
tierras dónde hasta el amanecer está en los huesos
de dar luz a niños que mueren sin estar muertos,
azotando con el látigo la mano que les mece en la cuna
y el pecho que les da de mamar.

Tintinean sus dientes de frío al morderse las uñas,
con sus labios secos y sus gargantas en carne viva
de gritar que llenen sus platos rotos de comida,
cuando aún resuenan en sus camas vacías
el respirar del humo de lo que serán cenizas,
de esperanzas grises y podridas.

Casi



Preguntas casi sin alzar la voz,
aún con el sabor amargo del café,
quieres saber sobre mí, pero,
preguntas casi sin preguntar,
y te estancas en ese casi
como si no quisieras respuesta,
como si no quisieras saber sobre mí.

Dices que sufres por no conocer mi sufrir,
dices no dormir porque mueres de sed
por no saber de mí y mis noches,
aún con el sabor amargo de ese frío café
preguntas el por qué,
pero preguntas casi sin palabras,
preguntas casi sin mirarme,
sin querer respuestas,
porque sabías que estaban escritas
en cada uno de mis silencios.

martes, 13 de noviembre de 2012

Humo



Humo en la cabeza. Nada está claro mientras las astillas de la madera con la que golpeas el mundo se te clavan en los dedos y te impiden secarte las lágrimas calientes. No sientes nada, nada que no sea querer huir de la nube negra que te persigue hasta el rincón más silencioso de la noche. Es como si el humo de un gran incendio provocado en lo más adentro del inquieto corazón llegara hasta la cabeza haciendo imposible continuar, sin dejar ver las cosas con claridad. Y sólo dan ganas de correr tan rápido que duelan las piernas para seguir que sigues vivo, tan rápido que el viento que entra por los ojos pudiera despejar la humareda interna de los pensamientos, tan rápido que la sangre de los pies descalzos te haga sentir que aún quedan cosas por sufrir. Molestan las voces y molestan las palabras que vuelan por el aire. Molestan las miradas que fingen ser anónimas, que fingen no ser de nadie. Las astillas de los dedos cada vez más dentro, el mundo cada vez más inquebrantable. Y aún de ese incendio quedan ascuas, y el humo es cada vez más blanquecino. Y aún siguen doliendo las piernas, sangrando los pies; porque aún sigo vivo.