En esta sociedad de coaching emocionales, pan y vino, y consejo disfrazado de experiencia propia, hemos decidido adueñarnos del concepto de ‘héroe’ y ascenderlo a poco menos que a la figura de un dios con forma humana. ¿Por qué digo esto? Porque lo hemos asociado a todo aquello que gire en torno al éxito, a la victoria o al intento.
Eres un héroe si luchas, si lo logras, si te levantas tras
cada fracaso y lo vuelves a intentar. Eres un héroe si persistes y aguantas,
estoico, a todas las adversidades que te vas encontrando en el camino. Eres un
héroe si te acercas lo más mínimo a la palabra ‘resiliencia’, que no es otra cosa
que el “echarle huevos” de toda la vida, pero adecentado con un aroma poético
que parece insuflarle más valor al mismo acto.
Sí, eres un héroe si haces todo eso. Y no seré yo el que lo
niegue; al contrario, me sumo a esa manera de pensar.
Pero luego está la otra cara de la moneda, esa que tiene el
mismo valor sólo que no es tan bonita. Hablo de otro tipo de héroes, unos que
viven agarrados a una especie de fracaso y frustración. Hablo de los héroes que
ya no pueden más.
Hablo de aquel que no lo intenta porque ya no tiene fuerzas
y que no lo volverá a intentar. ¿Él sí es un fracaso? ¿Por qué no es un héroe que
dio todo cuanto tenía? Porque esa cara B del concepto ‘héroe’ no tiene tanta estética.
Te daré un ejemplo: coge un vaso y conviértelo en una cabra. Menuda estupidez, ¿verdad?
Pues esa misma obviedad es la que experimentan este tipo de héroes. Los que
pierden la batalla, pero lucharon hasta que no pudieron más. Los que aceptan
que necesitan parar. Los que prefieren sentarse a cuidar su salud mental en
lugar de intentarlo una y otra vez contra un muro. Los que no lo intentan
porque saben que es una tarea imposible. Los que conocen sus límites y no van
más allá porque saben que tras ellos hay un sufrimiento innecesario y sin frutos
que no sean el hambre de martirizarse a uno mismo por no lograrlo.
Héroes también son aquellos que no pueden más con la vida,
porque como dice una frase (no encuentro el autor):
A veces, el simple hecho de continuar es algo inhumano.
‘Intentarlo’ se ha convertido en un verbo prostituido y cuyo
sujeto (el intento) nos viola la mente como si fuéramos una puta sin derechos
propia del Siglo XV. El éxito es ese inquisidor que nos quemará en público si
no aceptamos sus dogmas y nos arrodillamos ante su sombra.
Está bien no intentarlo. A veces está bien no poder. Con
nada. Está bien querer que el mundo arda tanto como tú de frustración. Aceptar
el fracaso también requiere del valor de un héroe. Porque las inquisiciones
emocionales que nos imponemos son tan tiranas como las del pasado, aquellas que
quemaban al diferente.
Ya habrá tiempo de levantarnos, pero por lo pronto, aprendamos
a respirar y llorar cuando abrazamos el áspero tacto del fracaso, porque puede
que ese héroe que somos sólo necesite un descanso.
Porque luchar contra los dragones de la vida forja héroes de
mil maneras diferentes.