Se te ha vuelto a escapar otro. Y éste te ha pasado rozando
la mejilla izquierda. Estate atento. Ahí va otro. Ni lo has visto venir. Va,
va. ¡¡Espabila!! Deja de mirar las musarañas (que no son más que musas falsas)
y presta toda la atención posible a… ¡¡Ahí!! ¿Tampoco? Estás lento. Te está
cayendo una puñetera llovizna y te estás quejando de que tienes la boca seca.
Pobre gilipollas. Imagino que ese que te acaba de dar en el labio inferior
tampoco lo has visto, ¿no? Ya. A saber dónde tenías la mente. Gritas asustada
que no ves un carajo, que todo está oscuro, negro… pero pasa una luciérnaga a
tu lado y la aplastas. Las horas se visten de gala y tú te marchitas por el
sonido del canto del gallo.
Miras sin observar. Hablas sin escuchar. Escuchas para
contestar. Te brindan la luna en bandeja de plata y te quedas atontado en tu
reflejo. En cualquier momento aparece otro, respira hondo y podrás escucharlo
aletear hacia ti. Te dan la verdad y decides dormir con el rumor. ¡Un papel en
blanco! Te dan un puto papel para sacar todo lo que tienes dentro y te
conviertes en una nana de quebranto por haberte cortado con el filo. ¡Uy! ¡¡Ese
era jodidamente grande y hermoso!! ¡¡Ha pasado con tanta rapidez y luz como una
estrella fugaz!! Ya veo… a ti ni aunque te caiga uno en los pies. Paradójicamente
otro te acaba de subir por las piernas como el viento en Otoño. Pero a ti
parece que te den igual las estaciones. De tantos intentos y tú sólo te quedas
con el último.
Das un paso mientras todo lo de tu alrededor evoluciona,
mientras tú te quedas empanado mirando tus huellas. “Hay que ver que pies más
bonitos tengo, ¿a dónde me llevarán?”; y sin tú saberlo han pasado a tu lado
cientos de esas cosas de las que te hablo. Unos te han rozado el bajo vientre,
otro te han movido el pelo. Tú no eres consciente pero ese cosquilleo de tu
estómago no ha sido casualidad. Es curioso, uno de ellos se ha cabreado tanto
porque no lo vieses que ha hecho tropezarte. Todo mientras tú mirabas esos
bonitos pies del suelo que no sabes dónde te llevarán.
Te iluminan el camino y tú te empeñas en tocar el fuego. Y
claro, te quemas. Te hundes, te apagas, te oscureces, mudas el alma, lamentas
ese color rojo-anaranjado que hace hervir tu sangre, le niegas el saludo a los
buenos días del alba, te mareas, te buscas con ahínco y te pierdes más de lo
que ya estabas. Ay, pajarillo… ¡Qué sería de ti si aprendieras a disfrutar del
paisaje! ¡Ahí va! ¡Joder, estate atenta! ¡Viene uno, te estoy avisando! ¡Y por
el este se acerca otro! ¡Y a tu espalda! ¡Ja! ¡Qué bueno! ¡Vienen de todas
partes! ¡ Como hormigas portando la comida! ¡Va, va! ¿Qué haces, cretino? Deja
de mirar el reloj. ¡¡Que vienen, que vienen, eh, eh!! ¡¡Que vienen, que vienen,
eh, eh!!
Sí, definitivamente estás lento hoy. Esperemos que sólo sea
hoy. Da la sensación de que si a veces que te mirases al espejo, se te
transformaría la cara en el rostro del Joker y con una sonrisa maquiavélica
acompañada de una voz irónica te preguntarías:
Why so serious, empanado?
Mira, ahí va otro
jugueteando en tus ojos.
Otro momento para
disfrutar.