sábado, 21 de mayo de 2022

Miguel se quiere suicidar

Miguel se quiere suicidar. Lo piensa cada dos por tres. Tiene serios problemas mentales y se quiere suicidar. Piensa en el suicidio y en cómo hacerlo: pastillas, cortarse las venas, tirarse por un puente, ahorcarse…

Pero Miguel no lo puede decir, porque el suicidio es un tabú. Porque ya desde los inicios del catolicismo se implantó la idea de que el suicidio es pecado y hasta el día de hoy sigue siendo un tema del que no puedes hablar.

Pero es que Miguel se quiere suicidar. No lo dice por miedo, por vergüenza, por no hacer sufrir a los demás, por terror a no sentirse comprendido. O porque no quiere que nadie lo llame a partir de ahora como el que se intentó suicidar o el que piensa en suicidarse.

Pero es que Miguel se quiere quitar la vida. Y lo vive en silencio.

Pero tú, sí sí, tú, puedes evitar que Miguel se corte las venas y muera en un charco de sangre.

Te habrás dado cuenta que no he parado de mencionar la palabra “suicidio” en este escrito y que he hablado de situaciones desagradables. Lo hago adrede, ¿sabes por qué? Porque el suicidio hay que hablarlo.

Podría frivolizar el tema diciéndote que cada año en España se suicidan X personas o revolverte el estómago diciéndote que cada X segundos alguien se suicida. Pero esto no se trata de números, sino de personas.

Y en nuestro caso se trata de Miguel. ¿Sabes quién es Miguel? Miguel puede ser tu vecino, tu amigo, tu hermano, tu prima, tu pareja, tu hijo. Puede que incluso Miguel seas tú.

Tengo dos cosas seguras: evitar el tema hará que Miguel esté cada vez más cerca de suicidarse; y la segunda es que si se habla del tema Miguel estará más cerca de una solución.

No se trata de juzgar a Miguel. Probablemente esa sea una de las principales razones de evitar hablar del suicidio: el juicio sin piedad al que se es sometido. Pero que Miguel no diga que piensa en el suicidio lo arrastrará más al precipicio, y que tú no lo escuches también.

—A veces pienso en el suicidio.

Que Miguel diga eso en voz alta requiere de una valentía enorme. Pero si nadie lo escucha lo único que provocará es que el silencio lo asfixie más y más.

—¿Qué te ocurre? Cuéntame, yo te oigo.

Que tú le respondas eso, sin tabúes ni prejuicios, también es un acto de valentía.

 

Porque sí, hablar de suicidio es muy desagradable. Pensar en el suicidio es aterrador. Oír de una persona que amas que piensa en quitarse la vida es cruel.

Pero hay algo mucho más aterrador que hablar del suicidio: suicidarse.

Y, te guste o no, hablar del suicidio salva vidas.

Sólo así podremos ayudar a nuestros Migueles a salvarse.

domingo, 8 de mayo de 2022

Cagarse en la puta: un orgasmo vital

Así, a pelo. Sin preliminares ni ostias. 
 
Cagarte en la puta, en la vida y en sus ladillas. Cagarte en todo lo que has estudiado, en Dios, en la Virgen y en todos los ateos. Cagarte en el primer segundo de tu vida. Pensar que todo es una mierda. Cagarte en la puta madre de quien te jode la vida. En la reputísima madre del que emplea su tiempo en hacerte daño. Cagarte en tu compañera de trabajo por asquerosa. Cagarte en tu jefe y en todo su árbol genealógico de arriba p’abajo, varias veces. Cagarte en ti mismo por gilipollas. Cagarte en el tiempo por no hacer bueno o por hacerlo, da igual. Cagarte en la puta madre del que te vendió el ordenador porque se te acaba de apagar la pantalla sola y se te han puestos los huevos de corbata porque no habías guardado todo lo que tenías abierto; por eso y porque te va lento el porno. Cagarte en las oposiciones y pedir un escozor vaginal a la madre del que las inventó. Cagarte en ese gilipollas del gimnasio que tiene dos guantazos: uno para irse a la mierda y otro para que no se pierda al volver. Cagarte en el día entero porque ha sido una putada detrás de otra. Cagarte en la cabrona de tu profesora por amargada y fea, porque la amargura afea.

Cagarte en lo que quieras, porque sí. Porque te sale de los huevos o del coño.

Esto es como una noche de borrachera: cuando vomitas te quedas nuevo. Y después a por la siguiente cerveza.

Saca la mierda que llevas dentro. La otra opción es que llegará el momento en el que tendrás que sacarte tú de la mierda.

Pero hazlo en tu intimidad o con alguien de confianza y de vez en cuando. Para desahogarte no tienes que ahogar a los demás. No seas como Rose, la del Titanic, que dejó ahogarse a Jack para salvarse ella. Porque sí, cabían los dos en la tabla. Todos veis la película como romántica, pero a mí me parece más una asesina al más puro estilo American Psycho (la primera, la segunda es un horror).

Es más, te ofrezco este blog para que lo hagas. Lo de desahogarte, digo. Más abajo puedes escribir en los comentarios de forma anónima. Adelante, no hay censura ninguna. Prometo leer tu enfado y, en cierto modo, que no te sientas solo en él.

Desahógate. Porque tienes todo el derecho del mundo.