sábado, 7 de diciembre de 2013

Rabia



La rabia ya queda escrita,
abraza como esa rosa negra
que hace sangrar y sangrar
con cada espina,
con cada caricia
mal descrita,
que apuñala y apuñala,
que sonríe y no te evita,
que no llora ni esquiva
en cada mentira,
rabia la llaman.
Nunca se atraganta, nunca,
ni con palabras, ni con gritos,
ni con susurros, ni con silencios,
tan vil y con tanta sangre fría,
que ni con los silencios.
Rabia, he oído que la llaman,
siempre tan cínica y tan puta,
que hasta las penas se asustan
al verla pasear tan risueña
con el cuchillo entre los dientes.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Sin saber por qué




Se nos olvidó contestar a esa pregunta,
que un día alguien nos hizo,
sin recordar por qué,
ni quién la disparó a quemarropa.
Las nubes nos pisaban los talones
y el viento achuchaba a versos
con la garganta rota,
sin saber por qué.
“Locos” nos gritaba a lomos de una paloma
con ojos más negros que su corazón,
sin recordar por qué,
nos atracó a punta de pistola.
Por más que lo evito siempre encuentro la razón de ser,
se nos coló algo de paranoia en la comida
y ahora cagamos frases filosóficas.
¡Sin saber por qué!
“Locura” nos gritaba a lomos de una paloma,
que si se asoma tiraremos piedras a su ventana,
para que nos cantara otra vez sus derrotas.
¡¡Sin saber por qué!!
Cada día nos saluda el demonio entre horas,
bailando solo sobre el barro de madrugada
para ensuciarnos las manos, morir en cada sueño
y así poder resucitar.
No hay arena suficiente en esta playa,
para hacer un reloj que diga el tiempo
que te esperaré,
“¡¡locura!!” me gritaba desde las alturas.
¿Dónde estará? ¿Y el amanecer? No está,
hace tiempo que no se le ve,
que dice el amor que me quiere fusilar…
¡¡Sin saber por qué!!
Lo sé, siguen los sentimientos a flor de piel,
las nubes se arrastran llorando por el cielo,
si el viento sopla, sopla y sopla versos
de un poeta que se sienta a verlas venir.
Truena, detrás de ese cristal hace frío y truena,
la libertad se esconde bajo cada árbol,
y la pena tirita sobre la acera
esperando un día mejor.
Me enerva, el segundero no para y no para,
y yo aún sigo sin respuesta para esa pregunta,
que deja mis ganas de sonreír en reserva.
Sin saber por qué.

viernes, 1 de noviembre de 2013

No éramos




No éramos, ni sentíamos, ni mucho menos fuimos conscientes de que respirábamos. Se nos olvidó vivir y casi nos morimos en el error. Se intentó tanto que contábamos los días por fracasos y las noches, frías siempre ellas, nos maltrataron con la violencia de no corresponder nuestros abrazos. Nadie sosegó nuestro delirio cuando aprendíamos a nadar y casi nos ahogamos en un charco de locura. Nadie. No éramos… por momentos dejábamos de existir, por momentos volvíamos en nosotros pero de una manera distinta. ¡Qué frío! Esta hoguera no arde, y no es por falta de cariño. No. Espira, inspira… no, era en el orden contrario. Inspira, espira… Observemos lo que nos rodea, abramos los ojos lentamente. Pero no olvides: inspira, espira… Es importante. Llueve. Nos gusta el tacto de las gotas de agua cayendo como una cascada… ¡sobre nuestra piel! ¡Já! Pero seguía haciendo frío. Y todavía no éramos. Se nos entumecían tanto las piernas que sólo podíamos hacer el camino con los ojos. “Sí, es por allí. Algún día, por allí” nos decíamos mientras nuestras risas sonaban tan alto que el tronar y el galopar de la lluvia sobre la arena pasó a ser el coro de aquella orquesta macabra. Y sin hoguera. ¡Aaaah! ¡Se me olvidaba! ¡Inspira, espira…! Por qué poco.  Casi volvemos a morir por reírnos demasiado, que irónico todo. Si, si, si. O quizá no, ¡qué íbamos a saber nosotros sobre nada! En su pequeño barco estarían a salvo, excepto por el detalle de que no sabían nadar. El sol ha debido de encontrar a otros, sino no se entiende que lleve días sin aparecer. “Deja de gritar, estás molestando al silencio” me susurraba, sin yo haber dicho palabra alguna. Estuvimos, por un segundo mal contado, cerca de ser. Tan, tan, tan cerca, que he escrito todo esto en primera persona del plural. Como si yo fuera muchos, sin saber ni siquiera si era.

¡Inspira, espira…! Casi nos vuelve a pasar.

jueves, 17 de octubre de 2013

Ruiseñores ciegos

Los ruiseñores se balancean sobre mis costillas,
el mundo se ahoga con cuatro lágrimas y tiembla,
cuando cada mariposa nerviosa sobre mi aletea
abriendo con nostalgia todas las heridas,
y es que el amor mata al hombre
por muy fuerte que sea.

Bailamos durante noches sobre el filo de la navaja
apuntalando las sonrisas en los segundos de silencio,
esos en los que la vida empieza a tener sentido
y la marea baja calla para acentuar el oído,
para que los enamorados lloren
y se den un respiro.

Inmenso, azul y eterno cielo de mil caras,
sueño que se pinta de negro con la distancia,
camino recto para una mirada resquebrajada,
que pasa de amarga a sana con menos de nada,
amor que mata a ruiseñores que canturrean
con sorna desde la más alta rama.

El colchón del último invierno sigue sudando tinta
escribiendo en las paredes esas palabras
que murmurábamos a los cuatro vientos,
muriendo de celos en cada nota musical
que interpretan esos ruiseñores,
que de tanto amor andan ciegos.