Aún sostengo
historias sobre estas ojeras
hiladas con
putadas de un mal costurero,
que entre
punzadas someras tiñe de gris
la gravilla
de mi caminar, y no es más
que un triste
resbalar de mis pies
con la sombra
de mi sombrero.
De migajas
sobre el mantel hecho añicos,
de locos que
bailan con el eco de sus voces,
de pájaros descansando
en cornisas partidas,
de coces en
la cara, de barcos encallados,
de dientes
sucios hartos de tragar carroña,
de realidades
tergiversadas por el desdén,
de trenes que
siempre salen a primera hora.
Las mariposas
me destrozaron por dentro,
sin prisas,
despacio y minando mi ser,
haciendo
hogueras con las sobras
de cada pesadilla
que enreda,
sin más, el
infierno que tengo
entre el
hueso y la piel.
De palabras
embusteras atrancadas en la garganta,
de mentiras
disparadas a pleno pulmón,
de borrachos
capaces de conquistar las calles,
de
trapecistas encabronados por un mal amor,
de poetas
felices por haber rimado desgracias,
de agujeros
en esa manta que calienta cada resquemor
de esas
historias que duermen sobre las cenizas
de corazones partidos
en dos.