Escucha alejarse de
mí esos demonios
disfrazados de
sonrisa,
que tocan en mi
puerta
regalando abrazos
que acaban siendo
puñetazos
en plena barriga.
Escucha los quejíos
de los gatos
por el crujir de los
cristales
desde los tejados
donde la luna raja
los trajes
de cada una de mis
penas.
Escucha el tronar del
reír de las hienas
que se regocijan de
nuestras dudas
desde la más oscura
de sus callejuelas.
Escucha el retumbar
silencioso
de esos hijos de puta
que bailan
alrededor de nuestros
lloros,
que se encabronan
cuando las carcajadas
salen de nuestras
cestas de mimbre.
Escucha el sonido
agrietado al abrirme,
desde lo más hondo y
negro de mis adentros
suenan los ecos del
maldecir de este cerrajero
al intentar compartir
este corazón maltrecho.
Escucha el roncar
mañanero de los grillos
por no soportar las mentiras
que martillean los
sueños
que esconden en sus
bolsillos.
Escucha el tararear
lento del viento
arrastrando
canciones hostiles,
posándose nerviosas
en el reloj
que se desespera
viendo como el lloviznar
de lenguas rastreras
intentan ahogar
nuestra lumbre.
Escucha como se
engañan esos ojos verdes,
que dicen que aún le
sobran tardes
para dejar de mentir
y encontrar
otras verdades.