viernes, 25 de febrero de 2022

Ir al psicólogo es de valientes

Juana I de Castilla fue reina de Castilla desde 1504 hasta 1555 e, incluso, lo fue de Aragón y Navarra. Pero desde 1506 no pudo ejercer ninguna labor porque fue encerrada en Tordesillas por orden de su padre primero y después de su hijo. ¿Por qué? Porque su padre alegó que Juana tenía una “supuesta” enfermedad para así poder encerrarla y alejarla de los poderes del trono.

Quizá ahora mismo te pille en bragas, pero te estoy hablando de Juana La Loca.

Si te hablo de la palabra “lunática” me responderás que “locos”. ¿Sabes el origen de la palabra? Viene del latín (cómo no…), de la palabra “lunaticus”: se denomina así porque los romanos creían que las fases de la luna afectaban en el comportamiento humano.

Genial, desde ya hace muchos el hombre ya culpaba de la locura a la luna. Tiene su sentido poético. Y macabro. La civilización etiquetó la locura casi como una conducta criminal y comenzó a tildar de “loco” a todo aquello que no comprendía. La salud mental lleva sangrando desde que el hombre es hombre. El concepto de locura ha degenerado tanto que en nuestra sociedad actual todavía sigue goteando sangre sin parar.

Han pasado años y años y la mente sigue siendo estigmatizada de tal forma que los que vamos al psicólogo somos poco menos que perturbados, de esos que el día menos pensado salimos a la calle cuchillo en mano. Somos vistos como pequeños locos hijos de Hannibal Lecter.

Esa es una opción. La otra es que somos unos exagerados. Que enfermedades mentales como la depresión simplemente es por una mala actitud con la vida del pesimista de turno. Que de alguna forma debemos de sentir vergüenza porque una depresión es “culpa tuya” o “el resultado de tus actos”.

Y pasan los años y seguimos maltratando a la salud mental única y exclusivamente porque “no es visible”.

Vamos a hacer un ejercicio muy sencillo.

Si se te pincha una rueda: ¿vas al taller y la cambias? ¿O dejas el coche así y que salga el sol por Antequera? Si por idiota no arreglas la rueda y te ostias partiéndote una pierna por siete sitios: ¿vas al médico? ¿O aguantas el dolor en silencio porque la culpa es de tu actitud? Espero que tengas claras las respuestas.

Bien. Ahora, ¿si hay algo en nuestra mente que no funciona qué haces? ¿Si emocionalmente te partes por siete sitios qué haces? Según una gran parte de la sociedad debes dejar de quejarte y sufrir en silencio. Pedir ayuda no es una opción.

Tote King dijo en una canción algo así como:

“Dile tú al enfermo terminal que todo es cuestión de actitud”.

Venimos de una pandemia por el coronavirus. Pero vivimos desde Juana La Loca en una pandemia en la salud mental. Depresiones. Incomprensión. Soledad. Llorar a escondidas. Cargar cuando no puedes más. Aguantar. Aguantar. Y aguantar.

Luego tienes la opción que la sociedad trata con poco agrado: pedir ayuda. Hablar con esa persona que tienes al lado. Ir al psicólogo. Hablar. Está bien estar mal. Por suerte no somos perfectos, somos humanos. Con su fragilidad y sus grietas. Tienes derecho a sentirte débil.

No es ningún pecado. De hecho yo desconfío de quienes no van al psicólogo.

En serio, no estás loco.

Y oye, si la sociedad nos tilda de locos por ir al psicólogo que le den mucho por culo. Si tenemos que ser hijos de Hannibal Lecter pues oye, Anthony Hopkins se llevó un Óscar por serlo.

Y el Sombrero Loco de Alicia en el País de las Maravillas dijo:

“Estás loco, pero voy a contarte un secreto: las mejores personas lo están”.

lunes, 14 de febrero de 2022

¡Bienvenido!

Un día creé un blog con la idea de subir las poesías, relatos y demás cosas que se me ocurriesen. En 2016 lo abandoné por… vete tú a saber. El caso es que hoy, 6 años después, lo resucito. Ha tardado más de tres días, pero ni es Jesucristo ni esperéis milagros.

Comenzaré a escribir lo que me venga en gana, siempre en torno al arte, a la crítica social y a la psicología si es posible. No esperes nada bueno de mí, es la única forma de que pueda aportar algo positivo.

Te invito a entrar en esta cueva y tomar asiento. Hay una hoguera hecha con trozos de la vida para calentarnos la piel. Prometo compartir la botella para calentarnos el alma y, si a vuestra merced le complace, compartiremos también ideas para crecer.

Bienvenido a un lugar donde no caben las despedidas hasta que salga el sol.

Bienvenido a ‘La Cueva del Último Borracho’.