lunes, 23 de abril de 2012
Sangre y sonrisas
sábado, 21 de abril de 2012
Jardín
viernes, 20 de abril de 2012
¿Morir?
¿Morir? Me ahogo en vasos de aguas turbias dónde no veo fondo ni más barranco que el polvo que morderé. Morir entre dolores de huesos ya quebrantados por los malos días, las malas noticias, por esas bocanadas de aire que entran con desgana llenando unos pulmones mermados. Rienda suelta a mi hostilidad contra el mundo y esos minutos que me golpean contra la pared. Odio tanta verdad que se me acurruca en la cama, que me habla, me hace llorar y enfría mis pies. Huye, duerme y huye… ¿Morir? ¿Quién tiene miedo a morir? Si se muere cada día a cada rayo de sol que entra por los agujeros de la persiana bajada. No hay nada, más allá de la nada. Sólo trozos de nada que en nada me convierten. Soy la ínfima parte de una muerte que viene de lejos, con las armas levantadas y las ropas manchadas de sangre por haberme golpeado ayer. Mañana fue y el ayer será parte de una realidad. ¿Morir? Muero cada día a escondidas, entre las sábanas frías de una primavera encabronada conmigo. Hoy vivo, en un rato muero y mientras tanto juego a fingir que sonrío. Ya estoy muerto pero en un rato vuelvo. Ya he vuelto pero aún estoy en pleno proceso de resurrección.
Y mientras tanto ando esperando una mano amiga. Una de esas que me sonría y me diga que todo saldrá bien. Que me agarre y no me suelte. Que me acaricie las heridas y bese mi espalda. Y así estoy: mañana vivo, muerto hoy. Y viceversa.
jueves, 19 de abril de 2012
Pesadillas
Pesadillas que hacen de las sábanas enredaderas
que te asfixian contra el colchón,
agonizando a suspiros, latidos hostiles,
muriendo despacio, abrazos agridulces,
vivo y muero.
que descansan doloridos bajo mi almohada,
que me enseñan a dibujar el acantilado
desde el borde del precipicio de mi cama,
descalzo, ojos llorosos,
pulmones cerrados.
martes, 10 de abril de 2012
Mis viejos juguetes
Quiero mis viejos juguetes hechos de paciencia
para poder pellizcar las esquinas de las calles
de mi infancia y sentir que aún sigo vivo,
que no se resquebrajen mis retinas,
si la inocencia aún sigue viva.
Viva más que muerta.
A la sombra de las caracolas donde jugaba
a ser el héroe de los barrios pobres
ahora se mata la gente con pistolas.
El pan ennegrecido de mi mesa será la cena
para los buitres que revolotean nerviosos mi cabeza
esperando que cueza mis sueños y miedos
en una agujereada cacerola de viejos festines.
Llueve, duele y muere pero no hace ruido
que los críos aún no se han despertado
y las doncellas se peinan con la rama de un olivo,
cuando los cuervos ya han parido a destiempo
personas que les sacarán los ojos.
Las cuerdas del gallo que cacarea están rotas,
la niebla esconde la tierra dónde guardo mis secretos,
dónde descubrí que las moscas no revolotean solas
la mierda de los demás, están en compañía.
En mi puerta ya no baila la gitana aquella tan sonriente,
ella tan guapa de cabellera morena y ojos color esmeralda
que portaba con elegancia el ritmo en los pies,
y la luna siempre celosa le daba la espalda.
Quiero volver a ver a esa gitana tan sonriente.
Quiero volver a escuchar a ese cuentacuentos
de voz pacífica que siempre contaba finales felices,
quiero volver a escuchar a ese señor de barba blanquecina
que te hacía volar sin levantar los pies del suelo
galopando a los cuatro vientos.
En lo alto del cerro construí con pedruscos cargados por bueyes
una cabaña para esconderme de los látigos de la madurez
que son el alud que me clavó en la cruz y me atracó,
quitándome los ropajes, rompiéndome los juguetes.
Quiero que vuelvan los juglares, los faquires, los tragafuegos,
los cuentacuentos y las gitanas que hacían que palpitase
cada mañana al ver como las nubes rozaban los cielos.
Dónde antes crecían los crisantemos bajo el sol
hoy son campos yermos que mueren de sed
dónde sólo crece la mala hierba desorientada
y la hiedra escala por las grietas de mi pared.
La fuente sigue intacta emanando agua a cascadas
aguanta de pie por más que el cántaro vaya,
y el perro que siempre me acompaña echa a patadas
las pesadillas que me persiguen en mi naufragar.
Quiero que vuelvan ávidos por sonreír mis viejos juguetes
no quiero que se acerque ni un lobo a devorar corderos
ni mentirosos que fingen ser prisioneros del alba,
que no quiero obligaciones ni leyes dentro de mi cabaña
ni rezumar tristeza antes de amansar fieras.