jueves, 29 de diciembre de 2011
Sueño caduco
con sus navajas me arranco la piel
y la guardo, con mimo y cariño,
en charcos de lluvia fina,
de lluvia invisible.
Locura.
Colecciono las hojas que el otoño maltrató
con violencia, con saña, con cólera.
Las protejo bajo mi esqueleto,
amansando a mi espera
sus raíces brotan,
ávidas y bellas,
en mis huesos.
Me siento, como cada día, sobre un banco rodeado de hiedra
escuchando, como cada día, el silbar de los caracoles
que abarcando soles esculpen sobre la piedra
los amores y desamores de la muerte
que inerte yace bajo tierra
sola y abandonada,
con su miseria.
Alejen de mi todos los relojes que ensucian mis pasos
me guio por la posición y la luz de la luna,
que astuta siendo muda no hay ninguna
ninguna mas meretriz siendo sorda
que ignora el cantar de las olas
que llora sin que nadie oiga.
Cada día escribo, con amor, una nota más en mi partitura de silencio
relleno los pentagramas con lágrimas frías del invierno,
no quiero seguir ignorando más que me amas
aunque abras todas las ventanas
andaré erguido sobre mi sueño,
sueño caduco y eterno.
Eterno.
Callado observaba tus ojos color canela sobre aquel amago de amanecer
olerte a hierbas frescas mientras el sol se volvía a esconder
ardor y amor en mi estómago a la misma vez,
tu piel suave como tus besos
que mueren en mi boca,
vuelven a resucitar
con sabor a miel.
En paz y armonía oía como tus dedos se deslizaban sobre ese piano
no pares que hoy no quiero que la sangre salpique mi vida vacía
lloro si la melodía más hermosa la toca aquello que yo amo,
aquello que es dulce y amargo, suave y violento,
amor y odio al mismo tiempo,
que avanza lento
como el latir
de mi pecho.
miércoles, 28 de diciembre de 2011
Cobarde
Cobarde. Cobarde. Cobarde es lo que se susurra al oído cada segundo. Y así se siente. Al borde del precipicio sin poder dejar de mirarlo, de intentar calcular la altura y las heridas que le provocará si el viento le empuja o si decide tirarse. No puede dejar de imaginar que cae lenta, muy lentamente y que va a morir por dentro. Tiene miedo, con todas las letras. Cada noche al dormir, ya no imagina que es feliz. Sueña que se ahoga y que se encharcan sus pulmones. Calcula cuanto tardará en dejar de respirar y piensa cual será la última estrella que verá antes de morir por dentro. Cobarde.
Se pregunta si realmente él merece eso. Se pregunta, entre puñetazo y puñetazo a la pared, si es esto lo que le espera. Si algo cambiará. Si existe o existirá algo que le haga sentir bien. Se pregunta, pero no tiene las respuestas. Se desespera, llora y muere por dentro. Le agobia el tiempo, juega a seguir las agujas del reloj esperando que algo cambie. O quizás, todo lo contrario. Igual busca que todo se quede tal y como está, busca estabilidad. Asumir su tristeza y a partir de ahí, salir a flote y buscar la felicidad.
Siente el fuego. Se paraliza y sus piernas no responden. Se acerca lentamente y él, asustado, no puede ni huir. ¡Ni huir! Se quema y no grita. El corazón hecho cenizas y no grita. Solo se grita a si mismo, cada día, cobarde. Tiene miedo. Mucho. Pero en el fondo sabe que no es ese tipo de dolor el que le asfixia.
Ni siquiera él lo piensa, pero sabe perfectamente que es verdad. Duele caer, ahogarse y quemarse. Claro que duele. Pero hay algo que le martiriza más que todo ese dolor. El miedo de que cuando esté tirado en ese precipicio, cuando se esté quedando sin aire o que cuando el fuego apague sus ganas de vivir nadie lo recoja. Teme acabar solo. Y en este momento, empiezan a caer las lágrimas.
lunes, 26 de diciembre de 2011
Me enervo y me enamoro
pintar cuadros sobre las noches que nunca pasé en Venecia,
poder recordar esos días de aguaceros bajo el paraguas
que no pasé con nadie y que dieron sentido a mi existencia.
Árboles de hojas caducas decoran mi vida de secano
lazos fríos de promesas rotas entre yo y el mundo,
segundos que, por segundos, me hacen sentir humano
al guardar en mis entrañas mil sueños perennes.
Me molesta el avanzar de la luna con sigilo
y el golpear sosegado de las agujas del reloj,
me amansa la noche y el aire fresco de las dos
me relaja el cantar del pájaro desde su nido.
Salgo de mis pensamientos, me asfixio
este habitáculo es muy pequeño para mí.
Salgo de mi telaraña vacía y no existo,
paso a ser huella efímera en el barro.
Y no florecen amores ni placeres frágiles.
No marchitan mis ideas pintadas de sinrazón.
Me entristecen los espacios muy reducidos.
Que alguien me saque, rápido, de este corazón.
Y aquí a mil kilómetros de lo que quiero, me enervo.
Me ciega y me calla el silencio que tú me otorgas.
Y quizás no merezco, amada, poder soñar despierto.
Princesa que se esconde en la cuenca de este cuervo.
martes, 20 de diciembre de 2011
Un bohemio frustrado
sábado, 17 de diciembre de 2011
Sigue sonando la melodía, sigues sonando tú.
lunes, 12 de diciembre de 2011
La bipolaridad de un desconocido
Vuela, dulce paloma, ahora que el aire es fresco y el sol asoma.
Vuela, dulce paloma, hasta rozar las nubes y sentir su aroma.
Vuela, dulce paloma, sobre el mar y te verás reflejada en una ola.
Vuela, dulce paloma, mañana serán lluvias que te hagan estar sola.
Vuela, dulce paloma, ahora que puedes volar.
viernes, 2 de diciembre de 2011
Oigo a un niño llorar
viernes, 25 de noviembre de 2011
A navajazos con el amor
sábado, 19 de noviembre de 2011
Donde el donde sea lo de menos.
sábado, 12 de noviembre de 2011
La revolución del amor
Rasgando en las heridas, a veces, se encuentran flores hermosas que palian el dolor de quienes lloran. Pobres y perdidos dejan caer sus lágrimas en charcos de agua y miel. Y a bocados nos arrancamos la piel para buscar un rinconcito de paz entre nuestros huesos. No existen caricias ni besos que hagan de la sangre versos que poder leer los lunes fríos de noviembre. No existe ni un débil ni un fuerte, solo hombres que tuercen sus caminos para dormir en nidos de búhos. Abrigados y en silencio, tranquilos viendo el viento de invierno pasar de largo. Entre la roña de las uñas buscamos nuestra revolución, el amor asustado bajo el colchón. Buscamos una sonrisa entre la basura de nuestro corazón.
Me he pintado la primavera en la espalda pa ir siempre por delante de ella.
sábado, 15 de octubre de 2011
Nana violenta
rellena con solfeos cada hueco de esta habitación
pa ver que el crecer de la mala hierba no tiene eco.
Sus notas en los pentagramas son como soldados en sus trincheras
afilando sus armas de cacería, pacientes largas sus noches en vela
trágicos despertares de dolor si sangran sus heridas al caer el día.
Cada noche de luna llena, borracho tiro versos de mierda a las alcantarillas
apago colillas en mis manos mientras espero encontrar estrellas en los robles
antes de que los gusanos se columpien sobre las costillas de los pobres.
Arrímate a esta nana hostil que golpea y golpea
que flote la tinta negra sobre la marea,
que su cantar pintará corazones en las paredes.
La libertad está encerrada en una jaula oxidada y rota
con sus dedos cambia algodón por roca, sangre por canciones
obliga a las palomas a llevar punzones de acero en la boca.
Las cuerdas de esa guitarra degollan sentimientos
torturan corazones enamorados de falsas verdades
que fingen rescatar vidas del fondo de los mares.
martes, 11 de octubre de 2011
Mi madriguera sucia
desenvaino subido a lomos de este maltrecho caballo
voy inconsciente a la guerra de porcelana que hay en tu corazón
para que sin argumento me quites la razón una vez más
si como balas de plomo tiraste mi casa en un momento.
Llorabas hundida en mi regazo de piel y arena
mientras la flor podrida de mi jardín se volvía a marchitar
pa regar el alquitrán de la negra carretera
y que sin espera no puedan derriba nuestro búnker de amor.
Arraigado y aturdido me agarro a tu rojizo cabello
que bello sobre mis ojos hace hasta a la muerte ser tierna
me sobra fuerza para abrir a cabezazos tu entrepierna
y que esta noche la luna no se vaya sin oírme gritar.
Las ratas hoy se visten de gala para acompañarme de resaca
mi pepito grillo es un mal camello del lugar
mi ángel de la guarda es un proxeneta de putas baratas
de esas que nunca hablan antes de follar.
Eres princesa de rotos vestidos, con un mal maquillaje
chica de largos viajes, de príncipes pobres y salidos.
Eres princesa de pocos festines, con un castillo de cartones
con amaneceres guardados en los cajones, con recuerdos bajo los calcetines.
En esta madriguera sucia no entra cualquiera
aquí mandan los caracoles, descansando bajo los olivos
las esquinas son de las arañas, que en invierno tejen sus abrigos.
Pasa por la puerta trasera que tú eres bien recibida
por los cantos de los grillos, que pillos duermen bajo tu falda
para que la luz del alba no les pueda molestar.
jueves, 15 de septiembre de 2011
La herida del mendigo
aquí las calles no están habitadas por nadie,
cada día es una lucha a muerte contra la razón
acertar en una elección por tantas otras que falle.
He hecho de esto un mundo de miedo y locura
dentro de esta sensación no habrá quien me pare,
por cada segundo que pase surge una nueva duda
que hará de esta vida vacía mi último baile.
Hoy las palabras de amor ya no me salen de dentro
aisladas por las vías que alimentan mi sufrimiento,
hoy, quiero disparar lágrimas sobre tu regazo
hoy, quiero sentir la piel del más amargo abrazo.
Sólo con mi soledad anclo este barco en tierra
solo soy un mendigo más al que nadie comprende.
Sólo con mi soledad ahogo mis penas en esta acera
solo soy un mendigo más que ya nada entiende.
Hace tiempo que la felicidad está perdida
andará en cualquier esquina en silencio.
Hace tiempo que la felicidad me esquiva
andará buscando a cualquiera que la ame.
Caminaba por aquellos jardines del desconcierto
sin saber que mi alma divagaba congelada y herida.
Mi ángel de la guarda se alejaba por momentos
ignorante yo sin saber que esa era su despedida.
sábado, 27 de agosto de 2011
¿Qué es poesía?
Tras mucho tiempo escribiendo (más mal que bien, todo hay que decirlo) he encontrado el significado al concepto de poesía. Toda la vida pensando que eran palabras que rimaban muchas veces sin sentido ni lógica alguna. Ahora ya sé que no es así. Puedo decir que poesía es un momento, una sonrisa, una noche… He escrito muchas cosas, desde comedia hasta drama (desde mi punto de vista, claro). La poesía tiene esa magia, que te hace leerla y transportarte a otro mundo, a encontrar sentimientos, a que brille un recuerdo. Poesía es una voz, una mirada, unos labios… Ahora puedo decir que las palabras enturbian la poesía. La “afean”. Pero por desgracia son ellas las que nos hacen transmitir la poesía, un poema. Las palabras son el barco que nos hace navegar por la poesía, tocar sus aguas bajo la luz de la luna. Llorar, reír, pensar, perder y volver a perder… eso es poesía.
Como escritor (aunque siempre me gustó que me llamasen poeta) me siento agradecido por saber valorar esto que algunos llaman pérdida de tiempo, otros lo llamamos la huella que nos recuerda el camino seguido. Un beso bajo la lluvia, una lágrima en la arena, un susto de muerte: eso es poesía, poesía de la de verdad. Quizás sea cierto que no todos podemos ni sabemos plasmarlo en un papel, pero no se trata de eso. Se trata de vivir la poesía, de sentirla en la piel. Hay poesía en la botella de Whiskey del borracho o en la esquina de la más vieja prostituta del lugar.
¿Qué es poesía? --dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.
Reconozco que cuando leí por primera vez el fragmento anterior de Bécquer pensé: ¿Opio? ¿Cannabis? ¿O ambas dos? Y tras descartarlas, con el tiempo solo puedo ver la sabiduría en esas palabras. El don de esta gente no es escribir poesía, es saber transmitirla. Tú tienes poesía y lo sabes.
Poesía es vivir. Siente la poesía para aprender a vivir.
Y si me ganase la muerte no dejes de mirarme
mas si esta fuese mi última noche ver tus ojos pediría,
pues en este hermoso paisaje la luna pone la música
pero no soy yo, amada mía, sino tú la que pones la poesía.
martes, 9 de agosto de 2011
No soy nadie importante ni jamás quiero serlo
abrazar a las estrellas cada noche de invierno,
escuchar la palabra del mendigo en su garganta
cuando el calor del whiskey es su única manta.
Sembrar flores de cristal en un jardín de barro
arroparlas para que les de la luz de la mañana,
para acabar recogiendo árboles de porcelana
que sirvan de ancla en mi oxidado barco.
La locura es el más viejo y sabio de los piratas
que te da como arma un escudo de papel mojado,
tratas de entender porque al final tú te matas
mientras desatas triste lo que tanto has amado.
En esta prisión de rosas combato contra mi némesis
pero su corazón húmedo se fortalece y me atraviesa,
desarmar eso que llaman la tesis de la felicidad
que voy a morir es algo que sé y no me interesa.
Este guerrero ha mejorado de tanto morder el polvo
aprendí a respirar mientras miro a los ojos del pánico,
a oscuras desde mi ático conseguí poder verlo todo
y desde el suelo mis heridas cicatrizaron más rápido.
No soy nadie importante ni jamás quiero serlo
porque me basta aprender de todo lo sencillo,
prefiero ser un triste loco que un rico enfermo
prefiero ser un vagabundo que un vulgar asesino.
martes, 26 de julio de 2011
Tan cerca de lo lejano
mas entre la oscuridad juntos caímos al vacío,
mientras abría las ventanas se me cerraba cada puerta
a la vez que ella fuera no sabe ni que he existido.
Cada estrella me ciega y recuerda a ella
el viento me golpea a la par que hiela,
ojala pudiera volar hasta la fría luna
para mirarla a los ojos hasta que duela.
Aturdido en tus brazos siempre me perdía
si la noche me protegía de tus rechazos,
las piedras hoy me hacen la mejor compañía
que no me diste tú en tantos largos años.
Te asustan mis cicatrices de cobarde
por no haberte dicho lo que he callado,
si ahora arrepentido mi corazón arde
me escudo en mi coraza de papel mojado.
Lejos, tan lejos de la dulce libertad
que con violencia ayer me arrebataste,
ahora borracho vago por mundos de locura
donde la felicidad me sonríe esta vez.
viernes, 8 de julio de 2011
El fondo de mi vida (Parte 3/3)
Borrosa era mi visión tras escuchar un leve canturreo que poco a poco se elevaba y que finalmente conseguí distinguir. Era el despertador sonando al más puro Heavy Metal con Saratoga y una de sus baladas que hacen que un simple despertar se convierta en una preciosa mañana. Al menos normalmente era así. Aquel día puse el despertador un poco antes de lo habitual, a las 6 de la mañana. Cuando aún la luna disfruta de sus horas en esta parte de la tierra. Aún en su apogeo y en un pleno estado de forma que me hacía llorar nada más mirarla.
Me vestí de manera sencilla, pantalón corto y una camiseta de Dream Theater que me encantaba, sobre todo por la noche. Bajé hacia la cocina y me preparé un café. Pensé que la vida era ya bastante amarga y puse tres cucharadas de azúcar a aquel amargo vaso, que por otro lado odio el café, pero me espabilaría en cuestión de minutos. Cogí el móvil y las chanclas, y eché a andar hacia la playa. Una agradable brisa golpeaba mi cara con suavidad y mecía mi melena como si fuese una bandera pirata. Aún de noche, llegué a la playa y me senté en la orilla, lo más alejado posible del paseo marítimo donde la gente solía correr sobre esa hora. Observando la luna y el rompeolas que golpeaba inocentemente mis pies provocando una bonita sensación y refrescando, indirectamente, gran parte de mi cuerpo.
Con incertidumbre recordaba lo que días antes me había pasado en esa misma orilla por dos veces. De cuyas heridas y resfriado me había recuperado en pocos días. Pero aquellos acontecimientos nunca se iban a perder, y menos aquel clavel que guardaba bajo la cama y un hueco de mi oxidado corazón. Escuché algo detrás de mí pero no me pareció nada preocupante así que seguí mirando el mar. Apareciste de la nada y te sentaste a mi lado. Eras tú, aquel ángel perfecto… no me cabía ninguna duda, eras tú. El silencio durante aquellos cinco segundos me pareció eterno, hasta me parecía que había dado tiempo para empezar y para terminar una de esas absurdas guerras que solo consiguen destrozar vidas y familias. Ambos, mirando al mar. Sin girarte dijiste “que bonita está la luna”. Yo, sin pensármelo ni un segundo, dije “no más que tú”. Rió. No hubo palabras, no hacían falta.
El ruido del mar y la presencia de la luna eran nuestro medio de comunicación. Aquellas miradas hablaban por si solas. Sin más te metiste en el agua lentamente y me hiciste un gesto con la cabeza para que te acompañase en aquella travesía. Inocentemente me metí sin dudarlo. Empezaste a nadar hacia dentro y yo te seguí. Un nado extenso y placentero, nunca había probado eso de nadar a las seis y media de la mañana. Metiendo la cabeza cada brazada con la mano izquierda y a la vez observándote como nadabas. Parecías una sirena, el ángel que días anteriores era la persona mas hermosa de la tierra ahora estaba nadando. Y como no, su voz era igual que el del canto de una sirena o incluso mejor.
Juntos nadando bajo la luz de la luna que pronto se iba a marchar y que lo sustituiría el sol. Llegamos hasta la boya y de forma paralela y simultánea los dos miramos los últimos coletazos de la dueña y señora de la noche. Volvimos hacia la orilla. Mientras nadábamos, con la cabeza debajo del agua, poco a poco veía unas pinceladas de amarillo cada vez que cerraba los ojos. Me paré en seco, miré hacía arriba y el sol me cegó momentáneamente. Cuando conseguí recuperar la visión mire hacia todos lados y no estabas. Ni en la orilla ni nadando. Pensé que podrías estar buceando durante unos ligeros segundos así que esperé. Pero al cabo de poco me di cuenta de que te habías ido. Ni siquiera encontré el agua de tus chanclas marcadas en la arena. Yo aún en medio del mar me puse nervioso.
Sin explicación me hundía poco a poco y me quedaba sin aire, llegué hasta el arenoso fondo del mar. Miraba el alrededor cuando se empezó a oír algo de fondo. Me sonaba, lo había escuchado otras muchas veces. Me ahogaba y no podía hacer nada. Sin aire, simplemente cerré los ojos y… ¡Joder! Estaba en mi cama sudando, y aquel sonido que escuchaba en el fondo del mar era el despertador sonando una mañana mas (aquella por segunda vez) al mas puro estilo Heavy Metal. Sudando y tembloroso rápidamente me bajé de la cama y miré debajo de esta, comprobando desesperadamente que aún seguía allí el clavel. Estaba tan nervioso y tan sudado que casi caigo al suelo tras resbalarme con el sudor. Efectivamente, estaba allí. Luego miré rápidamente la ventana observando como todavía seguía en pie la luna. Aún seguía sonando la balada del despertador, la apagué e hice el mismo proceso que en aquel sueño. ¿O no fue un sueño?
miércoles, 22 de junio de 2011
El recuerdo (Parte 2/3)
Llegué a una cuesta ligeramente inclinada de donde se observaba perfectamente la luna, me senté con las piernas cruzadas y posando las manos sobre las rodillas. Sentía que era el único en el planeta que en ese momento estaba viendo la hermosura de aquel globo flotante. Sentía que era mía. Con su luz me alumbraba el rostro y cuerpo entero, así como parte de aquel paisaje pasto del olvido. El ruido del silencio que abundaba por aquella pendiente era incómodo y me hacía creer que en cualquier instante (el menos esperado) saldría una bestia de aquellos árboles y yo sería su cena. Pero nunca fue así, el único indicio de bestias eran los aullidos de aquellos lobos. De repente me di cuenta de que tenía la pierna izquierda dormida y en un acto reflejo me levanté para estirarla y aliviar aquel angustioso cosquilleo.
No todo salió como quería, al apoyar el pie este se inclinó hacia delante sin avisarme (fruto de que sus músculos estaban nulos) y mi cuerpo entero le acompañó inmediatamente. Aquella pendiente era mas larga de lo que desde arriba parecía. Pero lo que menos me importaba era lo lejos que estaba el suelo, me preocupaba mas la cantidad de rocas y árboles que había en aquella cuesta. Lo único que podía ver eran mis pies rodando, pero lo que me hizo sentir la magnitud de aquella caída fueron los múltiples golpes que mi cuerpo recibía. Vi que se acercaba el final y cerré los ojos con todas mis fuerzas e intenté encoger las piernas para evitar el mayor daño posible. Llegué al final y todo se volvió negro… Abrí los ojos y apenas distinguía nada, ¿era aquello el cielo? Poco a poco fui distinguiendo cosas. Me levanté y al darme cuenta de que no me dolía nada miré mis piernas, mis brazos, mi pecho… No tenía ningún rasguño, lo mas rojo que había eran los nudillos del frío. Hasta tenía la ropa limpia.
Observé mi alrededor y distinguí una figura a lo lejos, al ver que era la única me acerqué hacia él o ella. Desde un poco alejado le oía llorar y andar por la orilla del mar. Me acerqué para verle la cara y… era yo. Estaba en una especie de visión en la que involuntariamente me metí. Estaba en la misma playa y en el mismo mar. Llevaba la misma camiseta y el mismo pantalón. E incluso tenía las zapatillas mojadas. Recordaba cada movimiento con detalle. Reconocí las piedras que cogía del suelo (una verde cristal y redonda, era preciosa) y que a continuación, las tiraba al mar. Seguido de aquel ataque de cólera en forma de piedras hacia el agua, me veía a mi mismo meterme.
Me di cuenta de que seguía llorando. Había llegado hasta el cuello mientras yo le observaba desde la orilla, con la duda permanente de que pintaba yo allí (por segunda vez y por partida doble). Se zambulló. Lo único que veía era su silueta bajo la superficie y las burbujas que días antes yo mismo veía de debajo del agua, ahora las estaba viendo desde fuera. De repente algo cegaba mis ojos y desde la arena observé a los lejos de la playa algo blanco y una silueta que se acercaba hacia mí. Cuando conseguí diferenciar si era hombre o mujer, me di cuenta de que era un ángel. Pero, ¿los ángeles existen? Iba vestida de blanco y no se le veía ningunas alas ni tampoco el aro ese habitual en los dibujos animados que aparece sobre la cabeza de los ángeles. Cada vez que se acercaba (lentamente) distinguía una característica nueva en ella. Tenía un cabello que le llegaba a la altura de las axilas de un moreno espectacular. Sus ojos eran preciosos y su boca parecía hecha por un dibujante que podía borrarse y volverse a hacer hasta que quedase perfecta.
Tenía una flor en la mano derecha, parecía un clavel. Eran pocos los metros que le separaban de mí, cuando de repente me acordé y casi como un acto reflejo miré al mar y vi que volvía a respirar profundamente y sumergirme de nuevo. Seguí observando a aquel ángel y cuando se acercó me di cuenta (y casi llorando) de que no era un ángel normal. Eras tú. Me miraste a los ojos y sin decir nada te agachaste y pusiste aquel clavel tan hermoso sobre mis pies. Cada segundo que pasaba eras más preciosa que el segundo anterior. Te diste la vuelta y dabas pasos lentos pero grandes de manera que al cabo de unos pocos minutos desapareciste. Sentí ruidos y era yo mismo que estaba saliendo del agua.
Cogí el clavel que aquel ángel me había dejado y me acerque al yo que estaba tirado en la arena tirititando y con los ojos muy rojos. Me agaché y le metí el clavel en un bolsillo mojado del vaquero. Se levantó y muy cansado, caminó poco a poco y se sentó en la orilla. De repente todo se volvió oscuro. Abrí los ojos y estaba en el fondo de aquella pendiente junto a un árbol muy alto y unas raíces bastante gruesas. Estaba magullado, me sangraba el labio inferior y tenía toda la ropa destrozada con signos de golpes en todo el cuerpo. Recordé aquel ángel y me levanté del suelo. Era muy doloroso, sentía todos los huesos del cuerpo rotos. Con dificultad me acerqué a aquel árbol y me apoyé con la mano izquierda. Mientras, con la derecha metí la mano en el bolsillo y saqué algo. Era el clavel. Se me quitaron todos los dolores, y la sangre y la ropa destrozada eran algo secundario. ¿Era aquello real? A mi eso me daba igual, aquel ángel eras tú y aquel clavel tu recuerdo. Un recuerdo que nadie me podría quitar.