domingo, 13 de agosto de 2023

La mentira de los héroes

En esta sociedad de coaching emocionales, pan y vino, y consejo disfrazado de experiencia propia, hemos decidido adueñarnos del concepto de ‘héroe’ y ascenderlo a poco menos que a la figura de un dios con forma humana. ¿Por qué digo esto? Porque lo hemos asociado a todo aquello que gire en torno al éxito, a la victoria o al intento.

Eres un héroe si luchas, si lo logras, si te levantas tras cada fracaso y lo vuelves a intentar. Eres un héroe si persistes y aguantas, estoico, a todas las adversidades que te vas encontrando en el camino. Eres un héroe si te acercas lo más mínimo a la palabra ‘resiliencia’, que no es otra cosa que el “echarle huevos” de toda la vida, pero adecentado con un aroma poético que parece insuflarle más valor al mismo acto.

Sí, eres un héroe si haces todo eso. Y no seré yo el que lo niegue; al contrario, me sumo a esa manera de pensar.

Pero luego está la otra cara de la moneda, esa que tiene el mismo valor sólo que no es tan bonita. Hablo de otro tipo de héroes, unos que viven agarrados a una especie de fracaso y frustración. Hablo de los héroes que ya no pueden más.

Hablo de aquel que no lo intenta porque ya no tiene fuerzas y que no lo volverá a intentar. ¿Él sí es un fracaso? ¿Por qué no es un héroe que dio todo cuanto tenía? Porque esa cara B del concepto ‘héroe’ no tiene tanta estética. Te daré un ejemplo: coge un vaso y conviértelo en una cabra. Menuda estupidez, ¿verdad? Pues esa misma obviedad es la que experimentan este tipo de héroes. Los que pierden la batalla, pero lucharon hasta que no pudieron más. Los que aceptan que necesitan parar. Los que prefieren sentarse a cuidar su salud mental en lugar de intentarlo una y otra vez contra un muro. Los que no lo intentan porque saben que es una tarea imposible. Los que conocen sus límites y no van más allá porque saben que tras ellos hay un sufrimiento innecesario y sin frutos que no sean el hambre de martirizarse a uno mismo por no lograrlo.

Héroes también son aquellos que no pueden más con la vida, porque como dice una frase (no encuentro el autor):

A veces, el simple hecho de continuar es algo inhumano.

‘Intentarlo’ se ha convertido en un verbo prostituido y cuyo sujeto (el intento) nos viola la mente como si fuéramos una puta sin derechos propia del Siglo XV. El éxito es ese inquisidor que nos quemará en público si no aceptamos sus dogmas y nos arrodillamos ante su sombra.

Está bien no intentarlo. A veces está bien no poder. Con nada. Está bien querer que el mundo arda tanto como tú de frustración. Aceptar el fracaso también requiere del valor de un héroe. Porque las inquisiciones emocionales que nos imponemos son tan tiranas como las del pasado, aquellas que quemaban al diferente.

Ya habrá tiempo de levantarnos, pero por lo pronto, aprendamos a respirar y llorar cuando abrazamos el áspero tacto del fracaso, porque puede que ese héroe que somos sólo necesite un descanso.

Porque luchar contra los dragones de la vida forja héroes de mil maneras diferentes.

jueves, 20 de julio de 2023

SALVA NUESTRA SONRISA (FSHD)

Translator


¿QUÉ ESTO DE LA FSHD?

Sé que en todo lo que voy a contar me voy a andar mucho por las ramas, pero es necesario para mí. Así que antes de comenzar te anticipo que lo que voy a decirte es una muy buena noticia.

Nací con una enfermedad. Nunca me ha gustado hablar de ello, ni siquiera con mi círculo cercano. La razón es porque me siento muy vulnerable haciéndolo. Y ahora mismo, según escribo esto, me tiemblan los dedos sobre el teclado. Y es que abrirme de forma “pública” me duele muchísimo. Ojalá no tuviera que hacerlo y, de hecho, no tengo ninguna obligación. Pero sí me siento en el deber moral de “sacrificarme” por un bien común. Y sé que publicar esto me llevará muchas noches en vela y algunas llantinas. Y bien valdrán la pena si con ello ayudamos todo lo posible.

Mi enfermedad se llama FSHD y la padecemos alrededor de un millón de personas en todo el mundo. Ese dato es sólo de las personas clínicamente diagnosticadas, por desgracia habrá más. Quienes me conocéis de pequeño sabéis lo cruel y tirana que es esta enfermedad que, para mayor dolor, es degenerativa. Se trata de un tipo de distrofia muscular que, a día de hoy, no tiene tratamiento; una enfermedad de las llamadas raras porque la padecemos “pocas” personas en el mundo. Pasé de correr como cualquier niño a verme en una silla de ruedas. Todo eso en un lapso de tiempo de muchos años. Con todas las consecuencias mentales que todo esto ha acarreado, acarrea y acarreará (cómo mola ese verbo). Y no sólo a mí, también a mis familiares y mis amigos. Que parece que una enfermedad únicamente afecta a una persona y no, también daña a quienes les rodean. Y puede que tú, que estás leyendo, seas uno de ellos.

Este es mi caso, pero el de cada persona es único. Todos distintos, todos iguales.

Este escrito es para todos aquellos que me amáis con el corazón y para quienes nos quieran ayudar a mejorar nuestra vida. Y es que desde hace muchos años se está trabajando para encontrar un tratamiento para la FSHD. ¿Qué? Pues que estamos más cerca que nunca de encontrar una cura para esta p*ta enfermedad. Nunca habíamos llegado hasta este punto y lo que durante nuestras vidas ha sido una ilusión y una esperanza dañina, cada vez es más una realidad. Aún lejana, pero posible. Una que por más que pasan los días desde que lo sé, más me cuesta de creer. Lo que está claro es que lo estamos consiguiendo.

Desde todas las partes del mundo, hay asociaciones sobre nuestra enfermedad. Como la española: FSHD SPAIN. Es la de nuestro país, una de las decenas que llevamos años trabajando para lograr nuestro objetivo de hallar una cura. Te dejo algunas de las más conocidas al final del texto.

Nos queda aún mucho, muchísimo, para poder obtener los resultados que deseamos ese millón de personas, y nuestras familias y amigos. Nos queda mucho por investigar, por trabajar, por unir fuerzas y abrir caminos que hace años eran una utopía. Seguimos lejos, pero cada vez más cerca. Ese millón de personas que convivimos con la FSHD y, a la vez, creamos un ejército en pos de poder eliminar esas cuatro letras de la faz de la tierra.

 

¿CÓMO PUEDES AYUDARNOS TÚ?

Difusión. Simple, ¿no? Ahora es cuando necesitamos ayuda de la sociedad. Necesitamos visibilidad y que el mundo sepa que hay una cosa llamada FSHD que le está jodiendo la vida a mucha gente y que vamos a darle una patada en sus órganos reproductivos hasta que le bailen las letras.

Ayúdanos a que nuestra voz sea escuchada. Únete a nuestra lucha porque necesitamos ser un puñetero ejército que vaya a la batalla. Porque cuanto más conocida sea la enfermedad, mayor será la presión y más rápido serán todos los procesos que quedan para que tantas personas dejemos de sufrir.

 

¿Cómo dar visibilidad a la causa?

Para ello, esto es lo que puedes hacer:

·       Comparte todo lo que puedas sobre todas estas asociaciones por redes sociales.

·       Háblale de la FSHD a tus cercanos o en centros médicos.

·       Etiqueta y menciona las asociaciones todo lo que puedas en las redes sociales.

·       Hazte fotos con el lema o el logotipo de nuestra asociación.

·       En España, nuestro lema es ‘Salva nuestra sonrisa’. ¿Por qué? Uno de los síntomas es la imposibilidad de sonreír. Así que nuestra campaña es subir a las redes una fotografía con el gajo de una naranja simulando una sonrisa. Hazte esa foto, súbelas a tus redes y etiquétanos. Y así de camino quemas karma, que vaya añito llevas, criatura.

·       Si conoces a alguien que tenga mucha influencia en redes, háblale del tema.

·       Si conoces a periodistas o medios de comunicación que puedan dar mayor voz al mensaje, hazle llegar este texto.

 

¿Cómo colaborar económicamente?

Entra en la web FSHD SPAIN:

·  Hazte socio

·  Haz una donación por PayPal o Bizum

·  Ayuda con Teaming: una donación de un euro al mes.

·  Compra el libro de la asociación ‘Soñar nos hace fuertes’, la camiseta o cualquiera otra cosa de nuestro merchandising.

·  Regala o, simplemente, comparte.


¿Cómo puedes ayudar a través de mí?

Como ya has visto, en todos mis perfiles tengo puesta una fotografía relacionada con la FSHD. Así que, a título personal, voy a llevar las pinturas naranjas de guerra puestas en todas mis redes sociales y en mis novelas. Todo para llevar este mensaje a cuanta más gente mejor, y que la FSHD sepa que se le está acabando el tiempo. Es la mejor forma que puedo ofrecer para difundir.

Por eso te estaré eternamente agradecido si:

  • Compartes esta publicación de todas las formas que se te ocurran y a cuantas más personas mejor.
  • Apoyas mi trabajo de todas las formas que puedas: compartiendo y comentando lo que subo a redes, hablándoles a otros sobre mi obra, etc…
  • Compra mis libros: los ejemplares que aún me quedan siguen a la venta, y el 50% de todo lo que recaude a nivel económico será donado a la causa.

Llevo años trabajando en silencio, escribiendo novelas para ayudar de la mejor manera que sé (y ayudarme a mí, ya que es mi mejor terapia). Llevo muchas, muchísimas, horas acumuladas delante de historias a las que poco a poco les estoy dando vida. Llegado el momento en el que mis novelas sean terminadas y sufran su periodo de transformación, buscaré la mejor forma para usarlas y seguir ayudando a la causa tanto económicamente como en difusión.

A principios de año mandé un nuevo libro que he escrito a distintos sellos de las grandes editoriales españolas (Planeta y Penguin Random House) para poder llevar el mensaje a cuanta más gente mejor. Si estas editoriales rechazan el manuscrito, lo autopublicaré. Por supuesto, una gran parte del dinero irá destinado a la causa.

 

¡GRACIAS POR TU AYUDA!

Joder, lo que me está costando todo esto. Espero que sepas que esto es algo muy serio e importante para mí y otras muchas personas en el mundo. Si te pido esto no es por capricho, sino por necesidad. Bien sabéis los que me conocéis que poco busco el ser conocido y mucho menos abrirme emocionalmente de esta forma, pero si con esto consigo poner mi granito de arena en la lucha, pues bienvenido sea el precio a pagar.

Gracias, de todo corazón, por tu ayuda. Por poca que sea, por insignificante que te parezca, para nosotros es un pasito hacia delante.

- FSHD SPAIN

- FSHD SOCIETY

- FSHD EUROPE

- ASEMGRA

- ASEMSE

- ASEM

- FSHD ALLIANCE

 (Puedes leer este mismo comunicado en mi página web, Instagram, Facebook y Twitter)


martes, 25 de abril de 2023

La memoria del subconsciente

Hay muchos tipos de memoria: a corto plazo, a largo plazo, episódica, semántica, testicular (recuerdas lo que te sale de los huevos), retrógrada…

Pero hay una que está presente mucho antes que todas esas y de la cual ni siquiera percibimos que está ahí: la memoria del subconsciente.

Te lo voy a contar con tres pequeñas historias reales.

Eustaquio

Eustaquio le tiene miedo a bañarse en la playa, piscinas, ríos, lagos… Le tiene auténtico pavor. Y cada vez que se pregunta el porqué no sabe la respuesta. No tiene ningún trauma propio ni ajeno con bañarse. Por más que lo piensa, no sabe cuál es la razón, pero es sólo pensar en acercarse al agua y le entra una fuerte ansiedad. Y así pasan los años. Eustaquio tiene pavor a bañarse y no encuentra la respuesta.

Hasta que un día todo se resuelve cuando le dicen:

Cuando eras un bebé estuviste a punto de morir ahogado en una piscina.

¡Un bebé! La criatura de Eustaquio tenía meses cuando eso ocurrió y, obviamente, él no lo recuerda. Pero sí su subconsciente. 

 

Loli y Paqui

Loli y Paqui eran muy amigas desde pequeñas hasta que algo ocurrió y dejaron de hablarse durante más de 30 años. Cuando les pregunta por qué no se hablan, ellas contestan:

—No recuerdo por qué nos enfadamos, pero sí recuerdo que no quiero saber nada de ella.

Ninguna recuerda el motivo de su enfado, pero su subconsciente sí recuerda la rabia que sintieron cuando ocurrió.

 

Pepe

Pepe tiene un trauma por algo que ocurrió hace muchos años. Hay una palabra que le da nombre a aquel trauma, pero él no la recuerda.

—¿Cuál es la palabra?

—No lo sé, pero si me dices 100 palabras te diré cuál es —responde Pepe.

—¿Al decirla la recordarás?

—No, al escucharla me dará un escalofrío.

Pepe no recuerda esa palabra, pero su subconsciente sí. Y cada vez que la escucha,
el subconsciente le envía una alarma en forma de escalofrío.
 

lunes, 13 de febrero de 2023

La lágrima más bella (Microrrelato)

Me dijiste que no era el lugar, sino la compañía la que escribía en nuestro corazón los buenos momentos. Me lo escribiste en una carta estando en Nueva York, en nuestro primer viaje después de la mayoría de edad de nuestros hijos. Sus partos fueron las tres más bellas obras de amor que hemos dibujado en el mundo. Y cada una de sus sonrisas son los mejores versos escritos.
 
Pero las cosas han cambiado, ellos tienen sus vidas y ahora sólo quedamos tú y yo. Sé que estando aquí, permanentemente a tu lado, no haré que la situación actual mejore. Pero no es sino junto a ti donde quiero dormirme cada noche. El café sabe distinto lejos de tu respirar. La música ayuda a superar los días pero, a veces, cuando estoy triste, dejo la habitación en silencio y apoyo mi oreja sobre tu corazón. Te juro por la vida de nuestros hijos que te escucho hablar con cada latido. Como si fueran sílabas encadenando palabras. Y es tu corazón el mejor narrador posible.

Cuando leo tumbado junto a ti en la cama, en ocasiones lloro incapaz de concentrarme. Este dolor por momentos es tan grande que me siento anulado como persona y como esposo. Intento ser fuerte, cambiar la voz cuando hablo con alguien pero se me antoja harto complicado. Algunos días pesan demasiado.

Echo de menos que me des con el codo en el costado cuando digo algo fuera de lugar. Añoro el sudor del verano en tu espalda y la lluvia de Irlanda haciéndonos tiritar como dos idiotas por olvidar el paraguas en el hotel. Necesito que vuelvas a regañarme por no confiar en la gente, por quedarme dormido viendo una de esas películas insoportables que tanto te gustan. Daría años de vida por ello. Pasear por las calles de Italia mientras haces el ridículo intentando ese italiano tan pobre como mis bizcochos. Volver a nuestro barrio preferido de París, a nuestra querida casa, y armar nuestra propia revolución francesa bajo las sábanas. Visitar a nuestros amigos de la infancia y tomarnos unas copas mientras pones cara agria cada vez que bebes vino. Visitar todos los museos del mundo. Pintarnos el uno al otro y acabar con nuestros cuerpos llenos de pintura. Te echo tanto de menos…

No te voy a engañar: nada ha sido fácil estos últimos seis meses. La tristeza ha desayunado conmigo cada día. Las lágrimas saben amargas. El sol parece alumbrar menos y las noches han perdido un poco de su belleza. He perdido unos pocos de kilos porque mi estómago parece haberse puesto en huelga de hambre hasta que vuelvas. Está siendo un camino muy empedrado.

Eso sí, lo que nunca me he sentido es solo. Tenías razón: no es el lugar, sino la compañía. A tu lado hasta las penurias merecen la pena. Aunque no estés del todo aquí, me asusta que me riñas por olvidarme de nuestro aniversario, así que aquí tienes tu carta de cada año. Encima de la mesa tienes un ramo de hortensias, tus favoritas. Quizá el día de mañana, al no verlas, creerás que te miento. Pero una enfermera es testigo de que no me he olvidado de nuestro aniversario. Dentro del ramo hay un sobre con una entrada de Bruce Springsteen para el concierto de Estocolmo de la próxima primavera.

Mantengo la esperanza intacta a pesar de todo. Créeme, ojalá ese accidente lo hubiera tenido yo. Ojalá no fueras tú la que estuviese en esa cama rodeada de cables. Ojalá fuera mi cuerpo el que estuviese en coma… Pero nos toca aguantar estoicos esta lucha. Juntos. Y si es la muerte lo que nos espera, espero que tenga suficiente fuerza para cargarnos a los dos en su espalda. Más así no será nuestra historia.

Despertarás. Algo me dice que muy pronto. Lo primero que harás será quejarte de lo mal pintadas que están las paredes de este hospital. Después criticarás mi ropa, mi pelo y mi barba. Y lo siguiente será ir a comprarte un vestido de boda porque… ¡Manuel se nos casa! ¡Nuestro hijo se casa! Así que espero que pronto dejes de hacer cuento, dejes de exagerar, abras los ojos y volvamos a vivir. Nuestro camino no se terminará aquí. No hasta que te convenza de que Phill Collins es mejor que Bruce.

Hasta entonces estaré aquí, en esta angosta habitación del hospital, sentado en este sillón junto a tu lado. Mirándote cada rincón de la piel como lo que siempre fue, un enigma a resolver para mí conciencia. Escuchando tu respirar suave como las olas en la orilla. Peinando tu pelo rubio, cortándote las uñas, echándote tu crema para que no se te reseque la piel, bañándote cada mañana con la luz del amanecer entrando por esta ventana que no para de chirriar…

¡Y queda una última sorpresa! Aquí es cuando me darías una colleja por dejar una noticia así para el final. Si hasta en este momento, mientras escribo la carta, pareces respirar enfadada. Ya sabes lo que me gusta hacerme el interesante… ¡¡La niña… va a ser mamá!! ¡¡Y nosotros abuelos!! ¡Será una niña y la llamará como tú! La verdad es que nuestra hija nunca se ha caracterizado por tener buen gusto.

No te diré que te quiero, porque prefiero demostrártelo cada segundo de nuestra vida.

De la vida que tanto nos queda por vivir.

 

PD: He estado escribiendo esta carta entre lágrimas durante dos semanas, sin estar seguro de qué decirte. La había dado por terminada, pero ha ocurrido algo. He llorado la lágrima más bella de mi vida: cuando has movido la mano.

sábado, 17 de diciembre de 2022

Cualquiera puede ser un hijo de puta

Este título no lo he puesto para retarte a serlo, sino para avisarte. Seguramente ya sabrás que cualquiera puede ser un hijo de puta… Incluso puede que tú ya lo seas.
 
Bien, a lo que voy que me disperso: las personas con diversidad funcional también pueden serlo. Ea, ya está dicho. Es más, tenemos más motivos porque guardamos mucho rencor.
 
Ahora en serio. Al hablar de personas con diversidad funcional automáticamente salen los prejuicios: pobrecito, tiene que estar mu triste, seguro que es un cacho de pan, una persona que sufre así no puede ser mala gente, vamos a tratarlo como un niño pequeño, con lástima…
 
Pero no, los hijos de puta son personas y las que tienen diversidad funcional también son personas. 
 
Ya está, no tengo más que decir. Solo eso: que cualquiera puede ser un hijo de puta. Menos los que venden higos, esos son santos.