A efectos
prácticos tanto rendirse como tomarse un descanso es lo mismo: cejar en una
tarea. La diferencia está en el mensaje que nos mandamos a nosotros mismos. No
somos máquinas y tenemos límites, y cuando llegamos a ellos lo intentamos una y
otra vez. Cuando no lo consigues llega la desesperación, la frustración e
incluso el autocastigo por no conseguir tus objetivos.
Un filósofo oriental dijo:
Hoy en día nos explotamos a nosotros mismos y lo llamamos felicidad.
Rendirse es no
volver a intentarlo, lo cual a veces es lo necesario porque no todas las
batallas se ganan. De hecho muchas batallas están ahí para perderlas sí o sí.
Pero otras no, y es ahí donde tomarte un descanso es lo adecuado.
“Me doy el
permiso de descansar” es decirte “lo he intentado una y otra vez y no lo he
conseguido; voy a descansar y cuando reúna fuerzas volveré”.
Detesto la
filosofía de “inténtalo hasta que lo consigas”. Porque si los resultados no son
los deseados todo se vuelve caótico en la cabeza. “¿Por qué no lo logro por mucho
que lo intento?”, te preguntarás. Te machacarás y te enterrarás en esa montaña
de fracasos que hay tras cada intento fallido.
No vas a
triunfar siempre. Permítete descansar. Lo has intentado y no ha sido posible.
Olvida tu objetivo por un tiempo, párate a respirar y date la enhorabuena por
haberlo intentado. Disfruta del camino que has hecho. Te lo has ganado. El
fracaso es momentáneo, pero sentirse orgulloso de uno mismo es eterno.
¿Qué es
descansar? Darte el permiso de que salga de ti todo lo que tenga que salir:
llorar, gritar, golpear las paredes, quererte, reír, caminar, bailar…
Si cambias un
“no puedo” por un “hoy no he podido” tu mente lo agradecerá.
Y, no sólo eso,
siento decirte que el aceptar que a veces no puedes es una victoria. La
Plegaria de la Serenidad de Reinhold Niebuhr dice:
Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar,
valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar
y sabiduría para entender la diferencia.
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