lunes, 23 de abril de 2012

Sangre y sonrisas



Sufrir tocando el piano, viendo como sus notas se desangran mezclándose con lágrimas y bellas sonrisas. Dolor por un DO que se tiñe amargo por la desazón de los días que le acorralan. Sufrimiento por un LA que agoniza en sus oídos por no saber pedir perdón pero ahí voy yo, un MI mal tocado que se disfraza de consolación. Un corazón que no es más que una tecla rota que nadie toca en las noches de borrachera, que ya nadie mima, sólo es una tecla que nadie espera. Erran, esos dedos magullados de ese pianista loco que disfruta con asomarse a la ventana y observar la luna mientras muere en silencio cada vez que interpreta su melodía favorita. La habitación oscura y la vida se callan para no molestar. Un RE que gana fuerza cada vez que cae una gotita de sangre sobre el suelo, cada vez que con las cuerdas de ese piano ahorca a la soledad. Dibuja buenos recuerdos en las paredes. No necesita luz, no. No necesita oscuridad, no. No necesita cielo ni infierno. Sólo necesita un piano y el sangrar de su alma mientras muere sonriendo. Amarga felicidad, dulce llanto. Un FA que se va por la puerta sin despedirse, y un par de notas juntitas que le recuerdan que es hora de volver. Vida: sonrisas y heridas que perduran destrozan las armaduras de los días gélidos. Sigue sonando esa canción que jamás imaginó que compondría y que después de tanto sigue tocando con la lluvia, que acribilla el cristal, haciendo los coros de esa tocata tan alegre que tan pronto ríe, que tan pronto muere. Sus dedos sangran más cuando espera a la primavera para gritarle lo puta que es por haber tardado demasiado. A cada traguito de JB muere de sed. Empieza a ser feliz sabiendo que pronto tocará perder. Ver para beber y beber para ver. Se congela al calor de una hoguera. No tiene amo que no sea su piano ni más musa que la dualidad entre amor y odio. No quiere partituras de silencio ni gritos en acústica. Tienta a la suerte con una nana violenta que le hace derramar lágrimas sosegadas. Hay una guerra campal entre un SOL ennegrecido por el paso del tiempo y un tempo lento que se resiste a estar encadenado por las agujas de reloj. Siguen sangrando los dedos del pianista a la par que ese pentagrama resucita al oír los poemas de ese poeta que escribía versos sólo para ella. Los secretos de esa habitación bailan y cantan al son de esa canción, de esa tocata, de esa melodía que ojalá nunca acabara. Un SI que lucha por seguir jugueteando a ser libre. Es feliz ese pianista, que sabe que para que esa pieza musical sea perfecta han de sangrar sus dedos, han de llorar sus ojos y ha de gritar de dolor su alma. Morir sonriendo, sonreír mientras mueres. Y ahí sigue ese piano ebrio sobre el que se deslizan los dedos de un pianista loco.

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