martes, 2 de abril de 2013

Cuervos


La ponzoña que cubre las sábanas
las noches frías de invierno,
ese desdén que niebla la luna
y se acopla en las heridas,
la tristeza que sangra pero no ciega,
esa muerte que ni es muerte ni es vida.

Un corazón ennegrecido que cada anochecer
se convierte en banquete para los cuervos,
una sonrisa en carne viva
que no se deja querer cuando sueña,
un mundo interior que poco a poco se ahoga
en esos charcos que no sirven de espejo.

Un pie que nunca deja huella
y, por más que ande, no encuentra sendero;
una puesta de sol en blanco y negro
descrita por un poeta sin inspiración,
llovizna, llueve y se acerca tormenta;
se oye el graznar de los cuervos.

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