De querernos hasta dejar las ganas en
carne viva, de gritarle al cielo para que se sequen las heridas que ayer nos impidieron
reír. Volaré tallando las nubes con los puñales que la vida me clavó, me dejaré
caer sobre los charcos que juntos convertiremos en mares. De bailar sobre las calaveras
de recuerdos hundidos en los que ya han florecido nuevas mareas para naufragar.
Y ahí va, el último árbol podrido a renacer de sus propios restos. Otra melancolía
acompañada de otra puñalada, de la que ya no brota sangre y son sus miradas las
que marcan el bombeo de mentiras que acaban en nada. Los silencios nos gritarán
al oído que estamos molestando, la luna no saldrá de debajo del colchón, el
viento está desorientado por no poder derribar las veredas que se agitan a tu
lado. Ni vender tus sonrisas al mejor postor ni al alma más sana que canturrea
por lo bajo sobre mi calavera. Hoy no me importa morir de bombas
emocionales con mecha corta, de versos
envenenados, de abrazos desde tejados, de despeñarme por tu espalda, de besos emborronados
por las barbas de un faquir. No, hoy no me importa morir si nos queremos despacio
hasta dejar las ganas en carne viva mientras ahí fuera el cielo se hace pedazos
estampándose contra la ventana que no conoce un sol.
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