Se descalabró el reloj al bajar cada
una de tus vértebras,
si a ciegas rompí las escaleras a golpe
de rodillas,
el candil que alumbraba al hombre que
un día fui
ahora se ahoga en las barras de los
bares,
dónde grabaste a pares besos en mis
costillas.
Cada triste musaraña pasó de testigo a verdugo
golpeando con martillos las grietas de mi
corazón,
la gota que colmó el vaso inundó la
habitación
y mis musas naufragan esperando un
mañana
lejos de tus huellas que no ande
desnutrido.
Te extraño desde el dolor que provoca
este sin sentido,
esta
noche me faltan tiros para matar horas que perder,
por el
arte de morir y volar en cada suspiro
que me
permite a ratos este latir lastimero
si mi
estómago es un criadero de mariposas.
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