Un silencio
que pudre los huecos
entre los
dedos,
unas huellas
que se lleva la lluvia
ensucian
nuestro camino,
un latido que
se oye a lo lejos
retumba
nuestros oídos,
palabras
afiladas que cortan el viento
se clavan en
nuestros adentros,
un adiós que
hace tambalear las montañas
envenena
estos versos,
un hambre
emocional que nos deja en los huesos,
sedientos y
desconocidos ante el espejo;
unas ganas de
espantar amores
despellejados
por las calles,
un papel en
blanco que nos llora,
que me llora,
que te llora;
un dolor que
mata mientras aflora
y quema el
árbol desde la raíz,
un gris que
se pierde en la nostalgia
buscando color,
una parte que
se niega a ser todo
y un todo que
se niega a ser parte,
siete noches
de insomnio ahogadas
en unas
sábanas frías,
una madre que
acaricia con cariño
el retoño que
pronto crecerá.
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