domingo, 31 de agosto de 2014

El muy cabrón






Discúlpame, ya cargo yo con la culpa
de nuestro querer,
será mi espalda la que soporte
el enjambre de tus colmenas
mientras mis mariposas,
muertas de hambre,
apuñalan mi vientre
y mi sangre busca venas
pa correr.

Despacio, aún no he recobrado el equilibrio,
de tantos gajos de cordura
esparcidos por el suelo,
de calaveras custodiando
las viejas heridas,
de ponerme mis adentros del revés.
de los demonios encabronados
que ayer puse de rodillas
y hoy vuelven a renacer.

Yo y mi otro yo,
el muy cabrón,
a cuchilladas por el mismo territorio,
con la mentira por bandera.
Y si me dejo ser a mí mismo,
sembraré esquejes de sonrisas
en mi iris soñoliento
donde cada mañana la vida
pare una nueva aurora.

Bailaremos descalzos sobre los trigales
bajo nuestra propia tormenta,
mientras el verbo empieza a ser verso
por sí mismo,
la huella deja de ser un paso
para convertirse en el propio camino,
y cada charco se hace océano
dónde navegaremos con nuestros
mejores barcos hundidos.

Déjame ladrarte, perro traidor,
déjame esculpirte a navajazos
una media lágrima en ese rostro caído,
que los gritos de mi eco aún siguen vivos,
a pesar de que de mi pelo cuelguen
retazos de nubarrones cosidos
a mano por mí, 
y por mi otro yo,
el muy cabrón.

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