sábado, 18 de junio de 2022

Si tienes cuerpo de tortuga no tengas mente de liebre

Albert Einstein dijo una vez (porque no lo repitió más):

Si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, pensará toda la vida que es un inútil

Es una frase muy explícita y maravillosa. Pero esto es algo que va mucho más allá de una simple frase bonita: es un concepto.

Si vives continuamente haciendo comparaciones contigo y los demás siempre habrá un ganador y un perdedor. Pero, desde mi punto de vista, el que haga la comparación siempre será el perdedor sin importar el resultado.

Llevo mucho tiempo haciéndome preguntas que no son otras que clavarme alfileres entre los dedos del pie. ¿Lo estaré haciendo bien? ¿Puedo hacerlo mejor? Y todo se viene abajo cuando hago comparaciones con el resto: Fulanito hace las cosas mejor que yo, Menganito se recupera antes de sus heridas, Pascual ha salido antes de esto que yo, Pascualito ha conseguido ser feliz antes que yo…

Quizá esto me pase sólo a mí, que soy más raro que encontrar aparcamiento cuando te estás cagando…

Y después de mucho tiempo reflexionando, cuando todo era más oscuro que el ojete de un orco, llegaron las respuestas adecuadas. ¿Lo estaré haciendo bien? Lo estoy haciendo. Como puedo. Con lo que tengo. Y punto.

Entonces, ¿cuál es el ritmo adecuado para sanarse a uno mismo? ¿El de Fulanito o el mío? Siempre me decía “el mío”, pero nunca me lo creí. El momento en el que fui consciente de que el único ritmo válido del proceso era el mío fue cuando me hice esa pregunta y me reí pensando “¿Fulanito? Yo no soy Fulanito”.

Por eso es que el único ritmo que vale para sanarte es el tuyo. ¿Es lento? Sí, pero es tu proceso. ¿Ojalá fuera más rápido? Ojalá, pero no es así. ¿Es doloroso? Lo es. No puedes compararte con los demás, por la sencilla razón de que tú tienes tus herramientas emocionales y el resto otras. Ni mejores, ni peores: distintas.

Por eso el pez de Einstein crecería frustrado si lo juzgan por las habilidades de un mono. Y viceversa.

En el camino la tortuga tiene su ritmo y la liebre el suyo. Si la tortuga tiene mentalidad de liebre se querrá meter en su caparazón.

 ¿Y sabes qué ocurrirá con la tortuga? Que dejará de caminar.

Y todo por juzgarse por ser lo que no es.

No hay comentarios:

Publicar un comentario