domingo, 4 de marzo de 2012

Una ilusión descosida

Una columna vertebral hecha de alambre de espinos y unos huesos de puro barro seco sostienen mi vida. Que mis huellas van marcadas con gotitas de sangre que saben a miel. Un alma drogada de tanto dolor. Los hilos de mi ilusión cortados con la guadaña oxidada de la muerte. Ella tan vieja y tan viva. Y lameré mis heridas para oler el aroma de una victoria cosida con dedos magullados de intentar ser feliz. Pero me esquiva. Ella tan viento y yo tan piedra.

Sangre y rosas, las más hermosas del campo. Un corazón opaco que se asusta al ver movimiento, que se acongoja al escuchar pasos que se acercan. Rasgadas mis vestiduras por el cortar del viento. Lento avanza el reloj. Lento. Mis manos agrietadas de sujetar puñales que solo me hirieron a mí.

Pareciera, en efecto, que las partes se volvieron en un todo cada una. Traté de poner cada cosa en su sitio. Encajando cada miseria con otra miseria, golpeando con fuerzas y sabiendo que las esquinitas siempre son esas sonrisas fáciles de poner. Pareciera, en efecto, que estaba perdido en un lugar que siempre sentí como mi hogar. Traguito de la botella, caliente la garganta, se me enfriaba el corazón.

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