viernes, 19 de octubre de 2012

Reflexiones a tiritones




Hoy no va a haber una de esas entradas de poemas absurdos que me hago creer a mí mismo que merecen la pena. No. Hoy va una reflexión que no es menos absurdo que todo lo anterior pero visto que últimamente tengo esto abandonado, he pensado colgar esto y de camino cambio un poco sobre las cosas que escribo. 

En realidad es algo bastante sencillo pero que yo voy a explicar de una forma un tanto peculiar. En resumidas cuentas voy a decir eso de “las cosas saben mejor si antes has sufrido”. Bien, quien no le interese esto que cierre el blog y siga con sus quehaceres. 
La historia es la siguiente: yo en invierno suelo ir a la piscina. Alguno pensará “Oh, que guay. Bañarte en invierno. ¡Qué bien!”. En primer lugar decirte que te des un par de cabezazos contra la pared. Y en segundo lugar invitarte a que vayas a la piscina en pleno febrero, lloviendo, tirarte una hora nadando e irte a tu casa con la ropa medio mojada. Y ya si tienes el pelo largo, como es mi caso, da gracias si no coges un refriado cada dos por tres. Y a todo esto súmale que vas con toda la desgana del mundo. ¡Bieeen!

El caso es que uno de esos días maravillosos de frío fui a la piscina. Dentro de las instalaciones hay dos piscinas: una grande y otra pequeña. La grande está más helada que su puta madre aunque digan “uy, si, está calentita… a 27 º grados”. Eso calentita es en verano, pero no cuando en la calle estás a 0 º grados. Por otro lado está la pequeña que esa si está calentita (aunque siempre corre el rumor de que es porque los niños se mean ahí).  Continuemos. 

A la hora a la que yo voy no suele haber mucha gente en la grande y la pequeña casi siempre está vacía (excepto cuando hay clases de Aquagym con gente mayor, que son la mar de graciosos bailando y te pegan el ritmo los jodíos). Varias veces ya había estado en la piscina pequeña yo solito, con el agua calentita que daban ganas de quedarte ahí hasta que me sacaran a la fuerza. 

Bien, pues ese día al entrar me metí en la grande de primeras como suelo hacer siempre y el frío era descomunal (yo soy muy friolero, a todo esto), hay veces que nadaba simplemente para que no me entrase más frío. Nada más meterme me di cuenta de que la piscina pequeña estaba vacía y podía meterme. Y así fue. Aquí viene el “kit” de la cuestión: la piscina pequeña estaba mil veces más caliente. Muchísimo más que cuando me metía directamente en ella sin pasar antes por la grande. 

Ya está. Esta es la reflexión. Suponed que el agua fría es el sufrir, el llorar y el estar triste; y que el agua caliente es el ser feliz, el sonreír y el vivir. Extrapolar todo esto a la vida cotidiana. Si no me creéis, comprobadlo vosotros mismos. Coger dos vasos o cacerolas y llenadlas de agua fría y agua caliente. 

Ale, a ser feliz camaradas.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Funambulista de mil lloreras


Ráscate el caparazón con los dedos en carne viva
que saldrán capas de hielo de un invierno putero,
donde se esconde el demonio por miedo a la vida
huyendo de sonrisas torcidas que mueren de sed,
camina en silencio para no hacer temblar demasiado
las agujas frioleras del minutero que ennegrecen tu tez,
para que tú, funambulista de mil lloreras, duermas tranquila.

Llegarás al otro lado del sendero aunque se haga largo,
aunque sea con las uñas podridas y el alma resquebrajada,
aunque sea un camino amargo y termines por no llegar
a ningún sitio.

Llegarás aún con la primavera cargando en tu espalda,
da igual, cada huella será un viaje recorrido.
Aunque el otoño esté hecho de mil puñaladas traperas,
da igual, cada huella será un viaje recorrido.

Sólo para que así,
para que tú, funambulista de mil lloreras,
duermas tranquila.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Uno de tantos


Estaba sentado sobre aquel banco resquebrajado por el tiempo, a la par que el alba se asomaba poco a poco con disimulo como si de un chiquillo jugando a no ser descubierto se tratase. El cielo más negro que la propia noche, la lluvia más hostil que una pantera herida en su tranquilidad, el ambiente emulaba el frío que sientes cuando estás a punto de ser atropellado y, cómo no, la cerveza más amarga que la vida misma. << ¿Cuál era el sentido de la vida?>>, pensé. Cada trago hacía parecer que lloviese con más fuerza arrancando en ese momento del escenario todas las sonrisas habidas y por haber. Musitaba el viento versos tristes entre silbidos agitando las ramas de los árboles. Valiente caminar el del caminante cojo, pensé.

Y allí pasaban los minutos como caracoles sin prisa, como mentiras mal escritas por un poeta patético sacado del fondo de la basura, como verdades dolorosas lanzadas a quemarropa. << ¿Cuál era el sentido de la vida?>>, la idea volaba sobre mi mente como buitres carroñeros que, hambrientos, esperarían que hallase la respuesta para picotearla hasta dejarla en los huesos. Nada novedoso, un día más que simplemente era un complemento extraño de las noches. No me importaría que durmiesen sobre mi calavera los peces más desconocidos del océano, no este día vestido de noche.  Ese sencillo momento en el que las prostitutas de cada esquina sucia, se convierten en las más románticas de la ciudad.
Trago acerbo de la quinta lata de cerveza. Ajeno a mil historias, en ese instante el mundo giraba en torno a mí. De fondo alguien balbuceaba, maldiciendo su suerte y la de todo el que lo escuchara. <<Eh, tú. Cabrón>>, dijo desde la lejanía. Su voz se perdía en el aire para luego, parecer, que la lluvia la estrellase contra el suelo cogiendo carrerilla desde una de las muchas nubes del cielo. No lo oí o no lo quise oír. No es difícil ignorar lo que te dicen cuando ni siquiera has prestado atención a quien te está hablando.

<<Eh, tú. Dame un trago>>. No dudé mucho. Al parecer entendía un trago por una lata entera. <<Llevo una noche de perros. Me han echado de cinco bares, ya ves tú, por no pagar. Que hijos de puta. Mírame, mi ropa está más vieja y desgastada que la ética del ser humano. ¿Qué cojones esperaban? ¿Que después de beberme un par de vasos de ron iba a sacar billetes de quinientos de una billetera hecha de pieles de zorro? Y –la cerveza pareció darle cuerda- antes le he pedido fuego a una mujer y ha empezado a gritarme ‘’ ¡Socorro, un violador!’’. Joder, sólo soy un borracho que a veces finge que fuma sólo para entablar conversación con alguien>>. 

Y así pasaron las horas, tan amenas. Seguía lloviendo, el sol iba y venía, el frío era menor en compañía. Casi ni pronuncié palabra, casi ni las pensé. Solamente escuchaba a aquel borracho de turno que, por algún efecto mariposa, había acabado en el mismo banco que yo. Habló y habló. No sabía mi nombre, ni yo el suyo. No era necesario, en absoluto. Y habló y habló. Todo desgracias, una vida complicada. No se avergonzó por llorar y llorar. Excepto cuando hablaba de sus dos hijos. Hablaba, lloraba. Lloraba, hablaba. Y, a veces, reía iluminando el día de felicidad.

Quizás fuera este uno de ellos. Escuchar a un desconocido sin nombre que nunca habías visto y que nunca volverás a ver. Ver como alguien llora desahogándose por una vida perra o por un mal día. Una conversación de uno sólo. Escuchar sin ser egoísta y acabar hablando de los problemas de uno mismo. ¿El sentido de la vida? Los sentidos. Y escuchar sin más a alguien es, quizás, uno de ellos. Uno de tantos.

domingo, 19 de agosto de 2012

No disparen al pianista


No disparen al pianista. Párense delante de él y pregúntenle por qué toca cada día peor. Por qué el retumbar de sus lágrimas contra el suelo es una nota más en su partitura del silencio. Pregúntenle por qué hay ciertas teclas que no toca, párense a pensar por qué teme tocarlas por si alguno de ustedes le dispara a quemarropa. No disparen al pianista. Que alguien se pregunte por qué toca borracho cada viernes y de resaca cada sábado y domingo. Igual tiene respuestas, explicaciones que le den sentido a todo. No disparen al pianista, torturen al resto de la banda por no saber seguir el ritmo, por no dar abrazos en cada paso bien dado, en cada partitura bien interpretada. Disparen al violinista por cabrón, al de la flauta por egoísta, al del violonchelo por narcisista y al director por manipulador. No disparen al pianista, que igual la culpa de que toque mal es de ustedes por apuntarle con una pistola. En todo caso, dispárense ustedes.

jueves, 16 de agosto de 2012

Serás vida


El presente te quema las manos a diario
si el negro de la pared dibuja una vereda
solitaria que conduce a lugares
tristes sin baladas,
donde las balas al aire se pierden en la noche
cayendo sobre los sueños de alguien que nadie,
absolutamente nadie conoce.

Dime, ¿qué será de ti sin las preguntas?
Sin esas respuestas que inundaban
tu vacio de lágrimas heladas,
de nanas mal cantadas,
de ilusiones a cuentagotas,
de sonrisas suturadas
y de verdades a quemarropa.

Qué será de ti sin esas noches en vela
pintando cuadros en el techo con la mirada,
de pelear con palabras atrincheradas en la garganta.
Qué será de ti que finges ser flor marchitada
sin ni siquiera haber sido semilla antes.

Yo sé qué será de ti sin todas esas banalidades:
serás libre, serás la perfecta alegoría de la vida,
serás bella, serás el verso de la mejor poesía,
serás romanticismo, serás amanecer primaveral,
serás nocturna, pues a partir de ahora serás la noche,
serás todo aquello cuanto te plaza ser,
porque por fin podrás ser tú.

viernes, 3 de agosto de 2012

Gotas


Gotas de alegría, de tristeza, de desazón. Lloviznas de melancolía, de miedo y de incertidumbre. Grandes dosis de veneno y morfina. Segundos plácidamente eternos de sonrisas y segundos dolorosamente efímeros de pena. Cascadas sobre nuestras mejillas de lágrimas calientes y alguna esporádica que cae fría como el alféizar de la ventana en invierno. Pequeñas inyecciones de realidad y grandes cantidades de imaginación. Mentiras que caen con delicadeza como una hoja y verdades hostiles a guantazos en plena noche en la calle más oscura de la ciudad. Migas de pan y pan hecho migas. Cachorros que juegan a ser leones y elefantes que fingen ser hormigas. Gotas de sangre bailando sobre los pies tras una larga caminata hacia el desconocimiento de una vida. Amores lentos como el andar de la luna y amores rápidos que mueren en el primer charco del verano. 

Gotas de nada y todo. Lloviznas de esas efímeras necesidades que nadie recuerda. Gotas de desgana, de odio y de rabia. Lloviznas de felicidad, de carcajadas y de ganas. Grandes dosis de veneno y morfina. Gotas en un mismo vaso. Así, y sólo así, igual todo esto tenga sentido de alguna forma.