martes, 27 de mayo de 2014

La directora de orquesta (con foto)


Foto: Mónica Poncelas (@Slayertxu)



Ella era la directora de esta orquesta. Ha puesto el escenario y ha afilado los instrumentos. Ha bailado con las batutas sobre sus manos y ha hecho volar las notas sobre el aire. Ha dirigido la orquesta con maestría y ha cambiado a su antojo las partituras: en clave de sol, en clave de fa, en clave de do, en clave de ella y en clave de yo.

Aunque en el último momento los instrumentos estaban empezando a desafinar. Las notas de las partituras empezaban a marearse y a sangrar con cada palabra.

Y trato de ayudar, de entenderla. Trato de que llore sobre mi hombro y que me golpee el pecho si lo necesita. Y no puedo. Y pienso en todo lo que me rodea. Y pienso en cómo piensa ella para quererla desde dentro. Y me doy asco por no conseguirlo.

Y el concierto acaba mal. La directora de orquesta me ha tirado las batutas a la cara con hostilidad y no las he esquivado. Ha subido el volumen y me ha dejado sordo. Me ha echado del teatro de su vida y ahora quiere tocar sola. Quiere ensayar sola. Sin mí.

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