Camina, triste y erguida, sobre la orilla
se perderán sus lágrimas en el rompeolas
tras arañar sus mejillas de porcelana,
llora siempre a solas, sin ser oída,
sin ser vista, sin ser abrazada
aún camina, prisionera del relente.
El ego de su soledad crece pero no revienta
cuando se ve entre tantas personas
sin poder acariciar a nadie.
Se partió los labios de tanto besar el fracaso,
de follar en un mundo de leones salvajes
que fingen ser mansos y se crean casas
ocupando con desgana las sombras bajo sus bragas.
Ya no quiere pintar corazones con sangre
ni amores resquebrajados por el frío
de un invierno que se muere de hambre
y que peca de impuntual cuando juega a desollar sus ojos
por el dolor de arrastrar tanta cadena.
Camina pero se ha perdido, sus pies agrietados.
Camina pero ya sin sentido, busca un camino
guiada por la cocaína y el vino,
que tortura a su niña interior.
La princesa derribó su castillo con piedras y derrotas,
que sabe que aunque muera las heridas aún duelen
si ahora es la reina de la esquina de su callejuela
que vende su cuerpo al mejor postor
para que pisotee su jardín.
Dolor. Angustia. Tormenta después de la tormenta.
Camina, erguida y con el maquillaje corrido
de vivir en una marea de sentimientos y estiércol,
de cobijarse en una ventisca violenta
que alimenta su odio hacia su suerte
mientras se retuerce de dolor en la punta de la navaja.
Se rompieron sus tacones de aguja de tanto andar
al borde de la cuneta buscando voces con ronquera
que, a empujoncitos de nanas, le lleven hasta su poeta.
Arde su estómago de tanto tragar platos vacíos rebosados,
de atragantarse con la hiel de las noches,
de morir durante días y resucitar durante segundos;
y viceversa.
Una prostituta sola entre tanta multitud.
Para el espejito ya no es la más guapa del lugar
y ella quiere que nadie hable, que nadie levante la voz
por encima del silencio, que entre un tronar dulce y lento,
bajo jirones del cielo, trata de olvidar quién es.
Camina, triste y erguida, sobre la vida,
dormirá bajo su caparazón de barro
dónde no la lluvia no entumezca su corazón.
Quiere bailar con cisnes y dormitar con sirenas,
quiere romper los relojes que se le clavan en la espalda,
que se le enquistan en las venas.
Quiere agarrarse a la cola del viento sólo un momentito
para volar entre sueños que a destajo se desnudan
y se olisquean despacito cuando sudan veneno
en el resquicio de la ventana.
No le importa morir, ¿y qué más da?
Si no tiene nada que perder, nada.
Está cansada de esa soledad visceral que ahoga
con saña y con sorna sus ganas de aletear
cada noche por la ciudad.
Dolor. Sangre en los labios. Heridas en el alma.
Camina, triste y erguida, sobre la orilla
se perderán sus lágrimas sobre las olas,
mecerá la brisa su melena.
Que grandeeeeeee eressssssss!!!!!!
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