jueves, 29 de diciembre de 2011

Sueño caduco

Duermo en las espaldas de la noche,
con sus navajas me arranco la piel
y la guardo, con mimo y cariño,
en charcos de lluvia fina,
de lluvia invisible.
Locura.

Colecciono las hojas que el otoño maltrató
con violencia, con saña, con cólera.
Las protejo bajo mi esqueleto,
amansando a mi espera
sus raíces brotan,
ávidas y bellas,
en mis huesos.

Me siento, como cada día, sobre un banco rodeado de hiedra
escuchando, como cada día, el silbar de los caracoles
que abarcando soles esculpen sobre la piedra
los amores y desamores de la muerte
que inerte yace bajo tierra
sola y abandonada,
con su miseria.

Alejen de mi todos los relojes que ensucian mis pasos
me guio por la posición y la luz de la luna,
que astuta siendo muda no hay ninguna
ninguna mas meretriz siendo sorda
que ignora el cantar de las olas
que llora sin que nadie oiga.

Cada día escribo, con amor, una nota más en mi partitura de silencio
relleno los pentagramas con lágrimas frías del invierno,
no quiero seguir ignorando más que me amas
aunque abras todas las ventanas
andaré erguido sobre mi sueño,
sueño caduco y eterno.
Eterno.

Callado observaba tus ojos color canela sobre aquel amago de amanecer
olerte a hierbas frescas mientras el sol se volvía a esconder
ardor y amor en mi estómago a la misma vez,
tu piel suave como tus besos
que mueren en mi boca,
vuelven a resucitar
con sabor a miel.

En paz y armonía oía como tus dedos se deslizaban sobre ese piano
no pares que hoy no quiero que la sangre salpique mi vida vacía
lloro si la melodía más hermosa la toca aquello que yo amo,
aquello que es dulce y amargo, suave y violento,
amor y odio al mismo tiempo,
que avanza lento
como el latir
de mi pecho.

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