martes, 20 de diciembre de 2011

Un bohemio frustrado

Calla y miente. Así pasa los días. Miente y calla, sin más. Se trata de ese chico indiferente que cuando está quieto nadie mira, nadie observa, no existe. Pero cuando anda se les clavan las miradas, le arden los pensamientos ajenos sobre él. Está intranquilo, tanto despierto como dormido. Le asusta el tiempo, necesita una tregua que si algún día llega, tendrá forma de cuchillo. Se está volviendo loco. Tiene miedos que nadie sabe y todos ignoran. Le pesan las costillas.

Ríe a ratos y llora a suspiros. Se sienta y observa. Calla y ríe por cualquier cosa absurda. Encuentra la felicidad por momentos breves y poco intensos, pero útiles. Siente paz sentado frente a unos árboles, sintiendo el aire fresco y ver pasar gente que en ocasiones lo reconoce y lo saludan. Calla y llora. En cualquier lugar y en cualquier momento, no lo evita. No necesita razones, solamente ganas. Pero disimula muy bien, es un actor de sus propios sentimientos. Se lo prepara, se escuda en excusas del tipo "me ha entrado algo en el ojo, bueno, en los dos" o "tengo los ojos aguosos por el frío". Tiene una sonrisa eterna, pero no falsa. Es sincera y sencilla, pero a su vez es el maquillaje que usa cada día para "actuar en su escenario ante el público". Un minuto para él son 60 oportunidades para reír o para llorar lágrimas calientes.

Muere muy lentamente. Él nunca pide ayuda pero la necesita. Es como aquel hombre triste que puso un letrero en la puerta de su casa: "No llamen, no molesten". Pero en realidad pasaba las horas en su mecedora esperando que alguien tocase. Él calla. Se ahoga. No pide ayuda, pero no por vergüenza. No la pide por no dañar a los demás. Él piensa que sonrisas no merecen ser manchadas por lágrimas. No confía en que nadie le pueda sacar de su espiral de autodestrucción y calla para evitar arrastrarlos a ellos. Necesita ser un solitario. Evita conversaciones, evita ser social y trata mal a quienes quiere para alejarlos de su miseria. Y le duele, y así lentamente muere.

Evita enamorarse (aunque no lo consigue) y no por hacer el ridículo o no sentirse correspondido, ese es el menor de sus problemas. Trata de no querer para no hacer sufrir a quien le quiere. Tiene miedo de dañar a quien ama, a quien llena de alegría sus noches. Calla y muere. Y le duele agonizar por dentro.

Se esconde en noches solitarias, en música tranquila. No quiere dormir, quiere pasar las noches en vela. Quiere soñar despierto, quiere imaginarse la vida de esa manera que quizás nunca disfrutará. Pero llega el sol y le duele. Ya no disfruta las cosas pequeñas, ya no disfruta como antes. Es un bohemio frustrado.

Calla y observa. Sin más.

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