viernes, 2 de diciembre de 2011

Oigo a un niño llorar

Oigo como un niño llora en su cuna, cerca de mí. El silencio en las calles asusta y la sangre en el plato se volvió rutina. Los barrios están llenos de drogas y prostitutas que ya no hacen felices a nadie. El futuro está contra las cuerdas por perros muertos de hambre. Ya nadie pregunta, porque nadie quiere oír las respuestas. Oigo como un niño grita en su cuna, retumban mis oídos. Los borrachos ya no piensan cuando el whiskey calienta sus gargantas. No quedan amaneceres ni anocheceres, algún psicópata los habrá secuestrado. Los pocos remordimientos que nos quedan están guardados en los bastones de ancianos olvidados. Oigo como un niño llora añorando la tranquilidad de su placenta. Árboles cortados por castores ciegos. Los pájaros pían nanas violentas contra el hombre que quemó sus nidos. No quedan conciencias tranquilas después de traficar con el mar y sus seres. No queda paciencia, la naturaleza se cansó. Los versos apuñalaron a sus poetas, los pintores sucumbieron a la locura por falta de inspiración y las personas ya son menos humanas por falta de amor. Oigo como un niño grita sin saber porque nadie le preguntó si quería nacer. Las musas murieron por sobredosis. Los ángeles venden sus cuerpos para los demonios. Este sabor agridulce me hace agonizar bajo la lluvia de nuestros corazones. El reloj hace primaveras que se quedó sin cuerda, nadie es lo suficiente sensato para hacerlo. El invierno se suicidó por sentirse sólo. Esta hoguera de recuerdos y sentimientos no calienta, no abriga estos cuerpos desgastados por no intentar nada. Oigo a un niño llorar en mi mente, oigo a mi alma gritar de dolor por el desconcierto del mundo.


El humano débil llora sin saber porque, el humano fuerte llora por la impotencia de no saber solucionarlo.

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