Destroza su
corazón entre susurros,
entre las
ramitas del olivo que no dan sombra
a quién
duerme entre voces rotas
que se
esconden, en la lejanía del olvido.
Niño salvaje
que no sabe cuidarse,
que no sabe
correr en silencio
cuando el
demonio asoma sus manos
las horas
muertas entre el otoño y el invierno.
Sangra el sol
a través de sus ojos,
en su mirada
se secan los océanos.
Dentro de él
se pudre la tierra,
arden las
nubes desde lo lejos.
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