sábado, 5 de mayo de 2012

Llueve


Llueve. Las aceras encharcadas y solitarias. Una noche con mayúsculas oscurece unas esquinas tristes de por sí que odian los cuchicheos de la gente sin nombre que decide mearse en ellas. El gato blanco de siempre cruza la calle de siempre buscando comida en la basura de siempre de un restaurante que nunca le deja nada.  El vagabundo del barrio aguanta en un banco el chaparrón de la lluvia y el tormento de su vida.

Yo le doy un sorbo a la cerveza y la dejo en el alfeizar de la ventana. Mientras escucho el crescendo de la lluvia, las gotas golpear contra la carretera, ese frío entrando en mi habitación. Una cama de hormigón que soporta el peso de mis noches. El roce de una almohada de lija y el sonido de un reloj cabrón que se empeña en seguir funcionando. Un Romeo con insomnio y una Julieta que se prostituye para pagar su dosis diaria.

Unos fantasmas pasados de moda se acomodan debajo de mi cama. Una sonrisa triste que acompañan a unos ojos contentos mientras de fondo sigue sonando la lluvia. Un ciego que no sabe de su ceguera, un sordo que finge ser cojo y una cerveza en las últimas. Las farolas siguen alumbrando excepto dos que no funcionan desde hace un mes. Las alcantarillas se ahogan mientras sobre los tejados se deslizan los goterones que caen del cielo. El gato blanco vuelve a cruzar la calle.

Unas ganas de dormir que se vuelven pesadillas revoloteando sobre mi habitación y rompiendo las fotos en blanco enmarcadas en la pared. Nueva cerveza y las mismas historias en las calles. El que extirpa el veneno sabe cómo usarlo, el que cura sabe cómo matar, el que corre sabe cómo estarse quieto, el que escucha sabe cómo hablar, el que tiene las llaves para abrir la celda las tiene para cerrarla; y el que sabe sobre alguien, sabe cómo dañar.

Hasta los gigantes con pies de barro caen con el tiempo, y cuando caen hacen temblar el suelo. Sigue lloviendo y las aceras siguen en el mismo lugar. Me sonríe el diablo en cada charco a la par que el vecino del bloque de enfrente se acaba de meter un “viaje”. La coherencia del silencio.

Avanza la noche. Los rayos del sol se hacen hueco entre los nubarrones a empujones. El gato blanco vuelve a cruzar la misma calle de siempre buscando comida en la basura de siempre de un restaurante que nunca le deja nada.  Un Romeo con insomnio y una Julieta que se prostituye para pagar su dosis diaria.

Y nada cambia. Todo sigue igual.

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